Se nos fue Esteban Rivas. Se nos fue cuando más podía dar, cuando tenía más ilusiones, cuando más lo necesitaba su familia. Los accidentes automovilísticos son así, lo sé de primera mano, pues mi papá también murió de esa manera.
Se nos fue el hombre de las perlas. Esteban, el orfebre. Esteban, el empresario. Esteban, el hombre generoso. Esteban, el hombre de la sonrisa a flor de piel. Esteban, el amigo. Me siento muy orgullosa de que Esteban me haya considerado su amiga. Lo admiré desde el día que llegué a su tienda y vi las maravillas que era capaz de hacer con sus manos. Gente como él es la que hace falta para que el país progrese. Un hombre que no le tenía miedo al trabajo, cuya visión siempre estuvo situada más allá del horizonte, cuyas metas se renovaron día a día.
Esteban se fue sin haber cumplido su sueño de ir a aprender en Italia. Llevar a cabo ese sueño queda ahora en manos de su esposa Ingristh y de sus hijos. Esteban no morirá en la medida en que continúen el trabajo que él empezó, los sueños que tejió y las metas que se propuso. Un claro reto para los suyos. Pero estoy segura de que lo que Esteban sembró en ellos les dará la energía para llevarlo a cabo.
“Aquí estamos acompañándote tu familia de Margarita”, me dijo Esteban cuando me abrazó para felicitarme el día de la presentación de mi cuento “Los 7 Encuentros” en Porlamar. Y era así. Llegar a casa de Esteban era llegar a mi casa, porque hicimos buenas migas desde aquel día en que nos conocimos.
Un día llegué y encontré que la tienda estaba cerrada. Me acababa de montar en el carro para irme y volver al día siguiente, cuando vi a Esteban corriendo hacia la calle: “qué bueno que viniste, Carolina. Bájate, por favor. Estamos celebrando el cumpleaños de mi hermana, ven para que te tomes una champañita con nosotros”. Compartí con gusto con su bella familia, que ha salido adelante por el esfuerzo tenaz y sin descanso de un hombre bueno.
La noticia de su fallecimiento me sacudió, como ha debido sacudir a todos los que lo conocieron. No se me quita de la cabeza el correo de la periodista Miriam Díaz Arismendi:
“Me atrevo a escribir estas líneas, sin ratificar que realmente sea usted la misma persona con quien desea ponerse en contacto Ingristh Figueroa de Rivas, esposa del conocido orfebre Esteban Rivas, quien murió ayer en horas de la mañana en un accidente de tránsito en la isla de Margarita”
¿Esteban, mi amigo? ¿Esteban, muerto?... Aún hoy que ya han pasado dos semanas, me resulta difícil imaginar que Esteban no estará allá cuando yo vuelva. Pero los designios de Dios hay que aceptarlos aunque no los entendamos.
Hace tres días asistí a un acto y me puse uno de los bellísimos aderezos de collar y zarcillos que me hizo Esteban. Como siempre que me sucede cada vez que los uso, varias personas –mujeres y hombres- me los alabaron.
- ¿Dónde compraste ese collar tan espectacular?... ¡qué belleza eso que llevas puesto!
- Lo hizo Esteban Rivas, mi amigo.
Tragué grueso, y un luto invadió mi alma, por mi amigo, el de las perlas…
viernes, 23 de abril de 2010
lunes, 19 de abril de 2010
La casa de los diablos
En el verano de 1978 nos dio por acercarnos a “la casa de los diablos” en Los Guayabitos. La iniciativa la tomó mi primo Marco, quien había venido de Italia a pasar las vacaciones y se había auto designado como máxima autoridad sobre las cosas que –según él- allí sucedían. Su desorbitada descripción incluía diablos en el jardín (que también han podido ser columpios, fuentes y hasta arbustos bien podaditos, pero que en el terror todos veíamos como diablos) y “misas negras” que los miembros de la supuesta secta oficiaban en un sótano dentro la casa. Todos sentíamos miedo, pero estoy segura de que Marco lo sentía más que ningún otro.
Cada noche, fuéramos adonde fuéramos o viniéramos de donde viniéramos, pasábamos por ahí. Nuestros demenciales gritos han debido escucharlos varios kilómetros más allá.
Una noche alguien lanzó un reto: “¿Quién se atreve a bajarse?”. “Yo no”, se apuró a responder Marco. Todos los demás que veníamos en el carro guardamos un silencio de sepulcro. “Yo me atrevo”, dijo finalmente un valiente. Se bajó justo en la quilla que forma la vía principal con la calle que desciende hacia Turgua. El conductor pisó el acelerador. Carcajadas histéricas llenaron el carro.
Años después aquel valiente fue nombrado ministro. Era inevitable -al verlo tan circunspecto en el cumplimiento de sus deberes- contrastarlo con la imagen de aquella noche, corriendo detrás del carro con los brazos abiertos y gritando desgarradoramente “¡Coño, no me dejen!”.
Cada noche, fuéramos adonde fuéramos o viniéramos de donde viniéramos, pasábamos por ahí. Nuestros demenciales gritos han debido escucharlos varios kilómetros más allá.
Una noche alguien lanzó un reto: “¿Quién se atreve a bajarse?”. “Yo no”, se apuró a responder Marco. Todos los demás que veníamos en el carro guardamos un silencio de sepulcro. “Yo me atrevo”, dijo finalmente un valiente. Se bajó justo en la quilla que forma la vía principal con la calle que desciende hacia Turgua. El conductor pisó el acelerador. Carcajadas histéricas llenaron el carro.
Años después aquel valiente fue nombrado ministro. Era inevitable -al verlo tan circunspecto en el cumplimiento de sus deberes- contrastarlo con la imagen de aquella noche, corriendo detrás del carro con los brazos abiertos y gritando desgarradoramente “¡Coño, no me dejen!”.
¿Independientes?
Hoy hace 200 años que un grupo de la más rancia aristocracia caraqueña -miembros del Cabildo de Caracas- logró el apoyo del pueblo para dar el primer paso para independizarnos del imperio español. A la luz de lo que hoy vivimos, no puedo sino concluir que la iniciativa fue un tremendo fracaso.
¡Tanta sangre derramada en aquella guerra fratricida para que hoy seamos más dependientes que nunca! Porque ser independientes no es celebrar las fechas patrias, ni hacer apologías de los próceres ni invitar a oradores extranjeros para que nos digan que somos independientes.
¿Podemos decir que somos independientes cuando las políticas de gobierno dependen exclusivamente del estado de ánimo del Presidente de la República?
¿Podemos proclamarnos independientes cuando Fidel Castro tiene potestad para decidir qué se hace y qué no se hace en Venezuela?
¿Podemos alegar independencia si nuestro petróleo sólo sirve para subsidiar la falta de riqueza y no para crearla?
¿Somos independientes si dependemos del gobierno para obtener los servicios básicos (bien malos, de paso), sin ninguna otra alternativa?
¿Independientes?... ¡No es independiente quien ha desmantelado su aparato productivo hasta el punto de depender de las importaciones para sobrevivir!
¿Somos independientes? Independiente es alguien que sostiene sus opiniones, no quien se ve obligado a opinar de una determinada manera.
¿Independencia? ¿Pueden considerarse independientes los ciudadanos si la justicia los mide con distintas varas y la interpretación y aplicación de las leyes cambia según quien sea el enjuiciado?
¿Y puede considerarse ciudadano alguien que sólo por pensar distinto al gobierno de turno es considerado enemigo por este? ¿Es eso independencia?
¿Cuán independientes? ¡Amenazados con una milicia armada hasta los dientes y los garantes de la soberanía y seguridad haciéndose los locos!
No, señores, aquí no hay independencia. Lo que hay es una gigantesca falacia. Nuestros próceres perdieron su tiempo, su sangre y su esperanza. Vivimos en el peor de los dos mundos: dependientes, pero no de la Madre Patria (¡Ay, Su Majestad!).
Independencia es libertad y no hay peor esclavitud que la que proviene de la ignorancia, de las miserias humanas, de la estupidez. ¿Independientes?
¡Tanta sangre derramada en aquella guerra fratricida para que hoy seamos más dependientes que nunca! Porque ser independientes no es celebrar las fechas patrias, ni hacer apologías de los próceres ni invitar a oradores extranjeros para que nos digan que somos independientes.
¿Podemos decir que somos independientes cuando las políticas de gobierno dependen exclusivamente del estado de ánimo del Presidente de la República?
¿Podemos proclamarnos independientes cuando Fidel Castro tiene potestad para decidir qué se hace y qué no se hace en Venezuela?
¿Podemos alegar independencia si nuestro petróleo sólo sirve para subsidiar la falta de riqueza y no para crearla?
¿Somos independientes si dependemos del gobierno para obtener los servicios básicos (bien malos, de paso), sin ninguna otra alternativa?
¿Independientes?... ¡No es independiente quien ha desmantelado su aparato productivo hasta el punto de depender de las importaciones para sobrevivir!
¿Somos independientes? Independiente es alguien que sostiene sus opiniones, no quien se ve obligado a opinar de una determinada manera.
¿Independencia? ¿Pueden considerarse independientes los ciudadanos si la justicia los mide con distintas varas y la interpretación y aplicación de las leyes cambia según quien sea el enjuiciado?
¿Y puede considerarse ciudadano alguien que sólo por pensar distinto al gobierno de turno es considerado enemigo por este? ¿Es eso independencia?
¿Cuán independientes? ¡Amenazados con una milicia armada hasta los dientes y los garantes de la soberanía y seguridad haciéndose los locos!
No, señores, aquí no hay independencia. Lo que hay es una gigantesca falacia. Nuestros próceres perdieron su tiempo, su sangre y su esperanza. Vivimos en el peor de los dos mundos: dependientes, pero no de la Madre Patria (¡Ay, Su Majestad!).
Independencia es libertad y no hay peor esclavitud que la que proviene de la ignorancia, de las miserias humanas, de la estupidez. ¿Independientes?
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lunes, 12 de abril de 2010
¡Zuas! y me la apagaba
"En la revolución eléctrica si no llueve no hay luz, pero cuando llueve se va la luz"
¡Cuánto me indigna el conformismo del venezolano! Hace dos semanas llegué al banco a las dos y media de la tarde y estaba cerrado porque no había luz. En efecto, cuando volvió la luz, abrieron las puertas. Estando en la fila para depositar, la luz ¡zuas! se volvió a ir. A la repentina oscuridad la siguió un generalizado suspiro de resignación. Nada de quejas. Silencio total.
"¡Hay que ver qué estúpidos somos los venezolanos que aguantamos todo!" dije en voz alta. Mi comentario abrió paso a una serie de comentarios -todos en la tónica de "y qué vamos a hacer". Exactamente lo que quiere el Gobierno. Acorralarnos de tal manera, acosarnos de tal manera, amedrentarnos de tal manera que la respuesta sea paralizarnos.
El jueves pasado, el presidente Chávez prorrogó la emergencia eléctrica. En otras palabras, prorrogó el que continúen los cortes y racionamientos que son sólo responsabilidad suya y de su inepto Gobierno. Desde 2003 se había advertido que la crisis de luz venía, que había que invertir, mantener, reparar. Entiendo que se dispuso de importantes recursos para ello. ¿Estará el Contralor averiguando dónde fueron a parar esos recursos?
Es indignante ver los carteles de "alto consumidor de electricidad" que han colocado en oficinas y negocios. Justamente quienes han pagado la peor electricidad al mayor precio, y encima han subsidiado a los millones que se la roban, son los "grandes culpables" de la desidia gubernamental.
"Menos mal que estamos en revolución", dijo Chávez hace unas semanas "porque no quiero imaginarme lo que hubiera sido esta emergencia eléctrica durante la IV República". Pues yo sí me la imagino: La Electricidad de Caracas hubiera seguido funcionando tan bien como siempre lo había hecho. ¡Qué desacierto tan terrible haberla nacionalizado para destrozarla, como ha ocurrido con prácticamente todo lo que se ha nacionalizado, expropiado y renacionalizado! Y Cadafe, que ciertamente no funcionaba bien, hubiera seguido dando tumbos, pero con luz la mayor parte del tiempo.
La revolución es oscuridad en todo sentido. Hace unas semanas el Gobierno decía que no había luz porque no había llovido. La semana pasada, que se fue la luz porque llovió. Yo tenía una luz, que a mí me alumbraba... y venía la revolución y ¡zuas! y me la apagaba.
¡Cuánto me indigna el conformismo del venezolano! Hace dos semanas llegué al banco a las dos y media de la tarde y estaba cerrado porque no había luz. En efecto, cuando volvió la luz, abrieron las puertas. Estando en la fila para depositar, la luz ¡zuas! se volvió a ir. A la repentina oscuridad la siguió un generalizado suspiro de resignación. Nada de quejas. Silencio total.
"¡Hay que ver qué estúpidos somos los venezolanos que aguantamos todo!" dije en voz alta. Mi comentario abrió paso a una serie de comentarios -todos en la tónica de "y qué vamos a hacer". Exactamente lo que quiere el Gobierno. Acorralarnos de tal manera, acosarnos de tal manera, amedrentarnos de tal manera que la respuesta sea paralizarnos.
El jueves pasado, el presidente Chávez prorrogó la emergencia eléctrica. En otras palabras, prorrogó el que continúen los cortes y racionamientos que son sólo responsabilidad suya y de su inepto Gobierno. Desde 2003 se había advertido que la crisis de luz venía, que había que invertir, mantener, reparar. Entiendo que se dispuso de importantes recursos para ello. ¿Estará el Contralor averiguando dónde fueron a parar esos recursos?
Es indignante ver los carteles de "alto consumidor de electricidad" que han colocado en oficinas y negocios. Justamente quienes han pagado la peor electricidad al mayor precio, y encima han subsidiado a los millones que se la roban, son los "grandes culpables" de la desidia gubernamental.
"Menos mal que estamos en revolución", dijo Chávez hace unas semanas "porque no quiero imaginarme lo que hubiera sido esta emergencia eléctrica durante la IV República". Pues yo sí me la imagino: La Electricidad de Caracas hubiera seguido funcionando tan bien como siempre lo había hecho. ¡Qué desacierto tan terrible haberla nacionalizado para destrozarla, como ha ocurrido con prácticamente todo lo que se ha nacionalizado, expropiado y renacionalizado! Y Cadafe, que ciertamente no funcionaba bien, hubiera seguido dando tumbos, pero con luz la mayor parte del tiempo.
La revolución es oscuridad en todo sentido. Hace unas semanas el Gobierno decía que no había luz porque no había llovido. La semana pasada, que se fue la luz porque llovió. Yo tenía una luz, que a mí me alumbraba... y venía la revolución y ¡zuas! y me la apagaba.
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lunes, 5 de abril de 2010
Rómpeme, mátame
"Los venezolanos podemos dar fe de que el masoquismo de los pueblos sí existe"
RÓMPEME, MÁTAME PERO NO ME IGNORES, NOOOO, MI VIIIIDAAAA... PREFIERO QUE TÚ ME MATES, QUE MORIRME CADA DÍA"... Recuerdo como si fuera ayer la cara de mi papá cuando escuchó la letra de la canción con la que el grupo español Trigo Limpio ganó el tercer lugar del Festival Eurovisión en 1977, que yo coreaba a todo leco en el carro mientras íbamos al colegio.
"¿Pero qué es ese horror?", me dijo. "¡Esa canción es una aberración, un himno al masoquismo!".
La verdad es que yo no había reparado en la letra. Me dejé llevar por la música y por la hermosa voz de Amaya Zaizar. "RÓMPEME, MÁTAME... ". Mi papá cambió la estación del radio. "¿Cómo puede gustarte eso?", me preguntó.
El recuerdo me viene por el desagradabilísimo asunto del boxeador "Inca" Valero y su esposa. El viernes 26 de marzo EL UNIVERSAL reportó que Valero había sido apresado por haber golpeado violentamente a su esposa, quien permanecía hospitalizada en el Hospital Universitario de Los Andes, en Mérida. Aparentemente, en la golpiza le partió una costilla, la costilla le perforó el pulmón y le ocasionó un neumotórax. Pero lo increíble de la historia no es esto, que ya es bastante triste en sí mismo. Es que dos días después la muchacha desmintió que Valero la hubiera golpeado: "trascendió que el boxeador podría quedar en libertad nuevamente puesto que su esposa, Carolina Viera de Valero, se niega a declarar a en su contra y asegura que se cayó, de manera accidental, por unas escaleras".
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
Hay cosas de las que no me quiero enterar. Como, por ejemplo, de que la madre de la joven mantiene su misma versión.
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
Sea por dinero, por inseguridad, por machismo, por ignorancia... por la razón que sea: para mí es absolutamente inaceptable que una mujer permita y acepte que un hombre le caiga a golpes, a ella, a su hija, o a quien sea. Porque esas mujeres enferman las sociedades, las vuelven masoquistas. Por eso no extraña que cuando llega el sádico que rompe, que mata, que maltrata, que agrede, que insulta, que destruye, la sociedad le responda "RÓMPEME, MÁTAME, PERO NO ME IGNORES... ". Hay quienes piensan que no existe tal cosa como el masoquismo de los pueblos, pero desgraciadamente los tiempos que vivimos están demostrando que no es así.
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
RÓMPEME, MÁTAME PERO NO ME IGNORES, NOOOO, MI VIIIIDAAAA... PREFIERO QUE TÚ ME MATES, QUE MORIRME CADA DÍA"... Recuerdo como si fuera ayer la cara de mi papá cuando escuchó la letra de la canción con la que el grupo español Trigo Limpio ganó el tercer lugar del Festival Eurovisión en 1977, que yo coreaba a todo leco en el carro mientras íbamos al colegio.
"¿Pero qué es ese horror?", me dijo. "¡Esa canción es una aberración, un himno al masoquismo!".
La verdad es que yo no había reparado en la letra. Me dejé llevar por la música y por la hermosa voz de Amaya Zaizar. "RÓMPEME, MÁTAME... ". Mi papá cambió la estación del radio. "¿Cómo puede gustarte eso?", me preguntó.
El recuerdo me viene por el desagradabilísimo asunto del boxeador "Inca" Valero y su esposa. El viernes 26 de marzo EL UNIVERSAL reportó que Valero había sido apresado por haber golpeado violentamente a su esposa, quien permanecía hospitalizada en el Hospital Universitario de Los Andes, en Mérida. Aparentemente, en la golpiza le partió una costilla, la costilla le perforó el pulmón y le ocasionó un neumotórax. Pero lo increíble de la historia no es esto, que ya es bastante triste en sí mismo. Es que dos días después la muchacha desmintió que Valero la hubiera golpeado: "trascendió que el boxeador podría quedar en libertad nuevamente puesto que su esposa, Carolina Viera de Valero, se niega a declarar a en su contra y asegura que se cayó, de manera accidental, por unas escaleras".
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
Hay cosas de las que no me quiero enterar. Como, por ejemplo, de que la madre de la joven mantiene su misma versión.
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
Sea por dinero, por inseguridad, por machismo, por ignorancia... por la razón que sea: para mí es absolutamente inaceptable que una mujer permita y acepte que un hombre le caiga a golpes, a ella, a su hija, o a quien sea. Porque esas mujeres enferman las sociedades, las vuelven masoquistas. Por eso no extraña que cuando llega el sádico que rompe, que mata, que maltrata, que agrede, que insulta, que destruye, la sociedad le responda "RÓMPEME, MÁTAME, PERO NO ME IGNORES... ". Hay quienes piensan que no existe tal cosa como el masoquismo de los pueblos, pero desgraciadamente los tiempos que vivimos están demostrando que no es así.
"RÓMPEME, MÁTAME... ".
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Lo malo de los muertos malos
Lo malo de los muertos malos
Craso error el mío el haber mostrado a mi mamá los primeros capítulos de mi primer (y hasta ahora único) embrión de novela. Yo sabía que en mi familia los muertos dejan de ser malos en el instante en que se mueren, pero nunca imaginé que mi mamá tan comedida, tan prudente, tan equilibrada, pudiera reaccionar de manera tan poco comedida, imprudente y desequilibrada.
“¿Este es mi Tío Ramón?”... me preguntó blandiendo el fajo de hojas. De haber sido toda la vida “Ramón” a secas, ahora pasaba a ser “mi Tío Ramón”.
“¡Mi Tío Ramón no empezó a tomar a los doce años!” protestó airada.
“Bueno , mamá, ¿qué más da que haya empezado a los doce o a los quince?... es mi licencia de novelista”.
“Además, mi Tío Ramón ya está muerto… todo eso quedó atrás…”
¡Ajá! La muerte. La muerte que limpia todo lo sucio, que esconde todo lo vergonzoso, que perdona todo lo malo.
“Mejor escribes sobre otra cosa, Carolina”.
Y así ha sido… desde ese día, no he vuelto a tocar la novela… me cayó lo malo de los muertos malos.
Craso error el mío el haber mostrado a mi mamá los primeros capítulos de mi primer (y hasta ahora único) embrión de novela. Yo sabía que en mi familia los muertos dejan de ser malos en el instante en que se mueren, pero nunca imaginé que mi mamá tan comedida, tan prudente, tan equilibrada, pudiera reaccionar de manera tan poco comedida, imprudente y desequilibrada.
“¿Este es mi Tío Ramón?”... me preguntó blandiendo el fajo de hojas. De haber sido toda la vida “Ramón” a secas, ahora pasaba a ser “mi Tío Ramón”.
“¡Mi Tío Ramón no empezó a tomar a los doce años!” protestó airada.
“Bueno , mamá, ¿qué más da que haya empezado a los doce o a los quince?... es mi licencia de novelista”.
“Además, mi Tío Ramón ya está muerto… todo eso quedó atrás…”
¡Ajá! La muerte. La muerte que limpia todo lo sucio, que esconde todo lo vergonzoso, que perdona todo lo malo.
“Mejor escribes sobre otra cosa, Carolina”.
Y así ha sido… desde ese día, no he vuelto a tocar la novela… me cayó lo malo de los muertos malos.
lunes, 22 de marzo de 2010
Los zombis de la revolución
Carolina Jaimes Branger // Los zombis de la revolución
22/03/2010
Esos zombis subordinan sus experiencias a los dictámenes del hechicero
La leyenda de los zombis es una de las más conocidas y explotadas de la literatura del terror. Los zombis son entidades físicas que se encuentran a mitad de camino entre la vida y la muerte, muertos reanimados o simplemente seres humanos sin mente que no tienen voluntad propia porque los controla un poderoso hechicero, dueño de sus pensamientos y sus sentimientos.
No se sabe a ciencia cierta el origen de los zombis. Los expertos aseguran que las primeras referencias a algo parecido aparecen hace 3.000 años en La Epopeya de Gilgamesh, cuando Ishtar amenaza con levantar a los muertos para que devoren a la gente, a menos que su padre le dé el toro del cielo.
En Las Mil y una Noches también hay cuentos de seres subyugados mentalmente, pero son los relatos folclóricos de Haití los que describen entes muy parecidos a los zombis como los que conocemos hoy en día, y que popularizó Hollywood en 1968 cuando George A. Romero produjo Night of the living dead (Noche de los muertos vivientes).
Que haya zombis en Hollywood no tiene nada de raro. Que aparezcan descritos en la literatura fantástica no me quita el sueño. Pero que en mi país haya personas que supediten sus recuerdos, su conciencia y su memoria sí me preocupa, me desconcierta, me subleva.
Hace unos días, mi hermano entró a un local comercial. La dependienta le preguntó si hacía calor afuera. "Sí, hace un calor terrible", le respondió mi hermano. "Claro, cómo no va a hacer calor si hace tres años que no llueve", dijo ella. "¿Tres años que no llueve? ¡El año pasado llovió! ¿Usted no estaba aquí?", le preguntó mi hermano. Ello dudó: "Bueno, sí estaba, pero es que a mí me explicaron que así como los gringos bombardearon Haití por debajo de la tierra para ocasionar el terremoto, de igual manera nos bombardearon las nubes a nosotros para que no lloviera".
Yo puedo entender que ella crea que los gringos son tan poderosos como para ocasionar terremotos y espantar nubes. Pero lo que no puedo, no quiero y me duele aceptar es que subordine su propia memoria para creer lo que no vivió. Una zombi, pues, cuya mente está dominada por un poderoso hechicero. Así, ella y sus compañeros zombis seguirán viendo sequía donde hubo lluvia, oscuridad donde hubo luz y bienestar donde no hay más que ruinas.
carolinajaimesbranger@gmail.com
22/03/2010
Esos zombis subordinan sus experiencias a los dictámenes del hechicero
La leyenda de los zombis es una de las más conocidas y explotadas de la literatura del terror. Los zombis son entidades físicas que se encuentran a mitad de camino entre la vida y la muerte, muertos reanimados o simplemente seres humanos sin mente que no tienen voluntad propia porque los controla un poderoso hechicero, dueño de sus pensamientos y sus sentimientos.
No se sabe a ciencia cierta el origen de los zombis. Los expertos aseguran que las primeras referencias a algo parecido aparecen hace 3.000 años en La Epopeya de Gilgamesh, cuando Ishtar amenaza con levantar a los muertos para que devoren a la gente, a menos que su padre le dé el toro del cielo.
En Las Mil y una Noches también hay cuentos de seres subyugados mentalmente, pero son los relatos folclóricos de Haití los que describen entes muy parecidos a los zombis como los que conocemos hoy en día, y que popularizó Hollywood en 1968 cuando George A. Romero produjo Night of the living dead (Noche de los muertos vivientes).
Que haya zombis en Hollywood no tiene nada de raro. Que aparezcan descritos en la literatura fantástica no me quita el sueño. Pero que en mi país haya personas que supediten sus recuerdos, su conciencia y su memoria sí me preocupa, me desconcierta, me subleva.
Hace unos días, mi hermano entró a un local comercial. La dependienta le preguntó si hacía calor afuera. "Sí, hace un calor terrible", le respondió mi hermano. "Claro, cómo no va a hacer calor si hace tres años que no llueve", dijo ella. "¿Tres años que no llueve? ¡El año pasado llovió! ¿Usted no estaba aquí?", le preguntó mi hermano. Ello dudó: "Bueno, sí estaba, pero es que a mí me explicaron que así como los gringos bombardearon Haití por debajo de la tierra para ocasionar el terremoto, de igual manera nos bombardearon las nubes a nosotros para que no lloviera".
Yo puedo entender que ella crea que los gringos son tan poderosos como para ocasionar terremotos y espantar nubes. Pero lo que no puedo, no quiero y me duele aceptar es que subordine su propia memoria para creer lo que no vivió. Una zombi, pues, cuya mente está dominada por un poderoso hechicero. Así, ella y sus compañeros zombis seguirán viendo sequía donde hubo lluvia, oscuridad donde hubo luz y bienestar donde no hay más que ruinas.
carolinajaimesbranger@gmail.com
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