Se nos fue Esteban Rivas. Se nos fue cuando más podía dar, cuando tenía más ilusiones, cuando más lo necesitaba su familia. Los accidentes automovilísticos son así, lo sé de primera mano, pues mi papá también murió de esa manera.
Se nos fue el hombre de las perlas. Esteban, el orfebre. Esteban, el empresario. Esteban, el hombre generoso. Esteban, el hombre de la sonrisa a flor de piel. Esteban, el amigo. Me siento muy orgullosa de que Esteban me haya considerado su amiga. Lo admiré desde el día que llegué a su tienda y vi las maravillas que era capaz de hacer con sus manos. Gente como él es la que hace falta para que el país progrese. Un hombre que no le tenía miedo al trabajo, cuya visión siempre estuvo situada más allá del horizonte, cuyas metas se renovaron día a día.
Esteban se fue sin haber cumplido su sueño de ir a aprender en Italia. Llevar a cabo ese sueño queda ahora en manos de su esposa Ingristh y de sus hijos. Esteban no morirá en la medida en que continúen el trabajo que él empezó, los sueños que tejió y las metas que se propuso. Un claro reto para los suyos. Pero estoy segura de que lo que Esteban sembró en ellos les dará la energía para llevarlo a cabo.
“Aquí estamos acompañándote tu familia de Margarita”, me dijo Esteban cuando me abrazó para felicitarme el día de la presentación de mi cuento “Los 7 Encuentros” en Porlamar. Y era así. Llegar a casa de Esteban era llegar a mi casa, porque hicimos buenas migas desde aquel día en que nos conocimos.
Un día llegué y encontré que la tienda estaba cerrada. Me acababa de montar en el carro para irme y volver al día siguiente, cuando vi a Esteban corriendo hacia la calle: “qué bueno que viniste, Carolina. Bájate, por favor. Estamos celebrando el cumpleaños de mi hermana, ven para que te tomes una champañita con nosotros”. Compartí con gusto con su bella familia, que ha salido adelante por el esfuerzo tenaz y sin descanso de un hombre bueno.
La noticia de su fallecimiento me sacudió, como ha debido sacudir a todos los que lo conocieron. No se me quita de la cabeza el correo de la periodista Miriam Díaz Arismendi:
“Me atrevo a escribir estas líneas, sin ratificar que realmente sea usted la misma persona con quien desea ponerse en contacto Ingristh Figueroa de Rivas, esposa del conocido orfebre Esteban Rivas, quien murió ayer en horas de la mañana en un accidente de tránsito en la isla de Margarita”
¿Esteban, mi amigo? ¿Esteban, muerto?... Aún hoy que ya han pasado dos semanas, me resulta difícil imaginar que Esteban no estará allá cuando yo vuelva. Pero los designios de Dios hay que aceptarlos aunque no los entendamos.
Hace tres días asistí a un acto y me puse uno de los bellísimos aderezos de collar y zarcillos que me hizo Esteban. Como siempre que me sucede cada vez que los uso, varias personas –mujeres y hombres- me los alabaron.
- ¿Dónde compraste ese collar tan espectacular?... ¡qué belleza eso que llevas puesto!
- Lo hizo Esteban Rivas, mi amigo.
Tragué grueso, y un luto invadió mi alma, por mi amigo, el de las perlas…
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Carolina! Varias veces fui a comprarle cosas a su casa! Me estoy enterando por tì que muriò. Què pèrdida, era un artista sùper trabajador!
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