lunes, 22 de febrero de 2010

Soñar y seguir soñando

Carolina Jaimes Branger // Soñar y seguir soñando
22/02/10

"El puente entre una generación extraviada y una juventud exitosa se construye a través del arte"
Si hay algo por lo que quisiera que mis hijas me recordaran, es por lo mucho que les he insistido en que deben irse detrás de sus sueños. No creo que haya muchos arrepentidos por haberse ido en pos de ellos, pero sí muchos por no haberlo hecho. Estoy convencida también de que el tamaño del éxito es el tamaño del sueño.

El domingo pasado, nuestro Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles cumplió 35 años de fundado. El Maestro Claudio Abbado vino especialmente para la celebración. "Soñar y seguir soñando" dijo nuestro querido Gustavo Dudamel al agradecerle a José Antonio Abreu, el fundador, el motor, el genio, la piedra angular del Sistema. "Este movimiento durará por los siglos de los siglos y no hay cómo agradecerle este legado".

En efecto, los venezolanos no tenemos cómo agradecerle a José Antonio Abreu el haber concretado ese sueño, un sueño que comenzó a forjarse tal vez incluso antes de que él naciera, cuando su abuelo Antonio Anselmi Berti llegó proveniente de la isla de Elba, en Italia, con muchos sueños y 46 instrumentos de viento que recorrieron parte del territorio nacional hasta instalarse en el estado Trujillo. Abreu relata la impresión que tuvo a los seis años cuando fue a conocer esa casa. No conoció al abuelo, quien murió antes de que él naciera, pero sí sus partituras, sus libros y los músicos que él había formado.

Tal vez el sueño se concretó cuando entrando en la adolescencia, Abreu conoció a la pianista Pía Sebastiani y subyugado por la maravilla que había presenciado, decidió ser músico.

Soñar es algo grande. Y para seguir soñando se necesita trabajar mucho. Se necesita tener disciplina, constancia, orden, paciencia, tenacidad. José Antonio Abreu tiene todas esas cualidades, por eso hoy cosecha lo que ha sembrado durante treinta y cinco años. Y por encima de todo, se necesita mucho amor. Las grandes obras de la Humanidad han sido obras de amor. Teresa de Calcuta dijo que "el amor en acción es servicio". Llegar pronto al medio millón de niños y jóvenes cuyas vidas tienen un antes y un después: el Sistema, será la mejor manera de agradecerle a José Antonio Abreu todo el amor que ha sabido transmitir a través de la música.

carolinajaimesbranger@gmail.com

lunes, 15 de febrero de 2010

Pequeña Venezuela

Carolina Jaimes Branger // Pequeña Venezuela
15/02/10

Cero previsión y mantenimiento, enorme corrupción. ¡Auxilio, israelíes y jordanos!
El Presidente Chávez ha dicho en repetidas oportunidades que es cristiano, aunque antes de ser presidente declaró que ni conocía la teoría cristiana ni la practicaba& Pero con un pueblo mayoritariamente cristiano, le convino confesar que lo era. Y en estos momentos decir otra cosa podría significarle seguir perdiendo popularidad. Recientemente también se ha declarado marxista, lo que no extraña, pues todas sus acciones desde hace rato que iban en ese sentido. Lo que sí resulta un contrasentido es ser a la vez marxista y cristiano, pero ya sabemos que Chávez es un contrasentido ambulante.

Otro de sus contrasentidos es que siendo admirador de los dos judíos, Cristo y Marx, que junto a Einstein se cuentan entre los hombres más influyentes de la historia, sienta a la vez tanta animadversión contra los judíos. Y qué lástima que la sienta, porque si se trataba de importar conocimientos -que dicho sea de paso, en Venezuela sobran- en vez de traerse a Ramiro Valdés para resolver el problema eléctrico, ha debido traerse a un ingeniero israelita.

Los israelitas han extraído de su desierto agua y electricidad, además de frutas, vegetales, energía solar, eólica, sales minerales y pare usted de contar.

¿No es un loquísimo contrasentido traer de asesor en materia eléctrica a un hombre en cuyo país el milagro ocurre cuando la luz viene y no cuando se va? Un ingeniero israelita tiene una tradición de buena ingeniería de más de dos mil años (los ingenieros de Herodes el Grande tanto en Jerusalem como en Masada extrajeron agua del desierto, la canalizaron, la almacenaron y hasta la subieron por la montaña). Chávez también ha podido traerse un ingeniero jordano, si es que no quiere nada con los magníficos ingenieros venezolanos. En una zona igualmente desértica, en Jordania hay agua y energía eléctrica. El Rey Abdallah sigue los pasos de su padre, ese gran hombre que fue el Rey Hussein de Jordania.

Pero claro, para eso se necesita un gobernante que piense y actúe en grande&

Cuando un gobernante piensa y actúa en pequeño, se empequeñece el país. El odio, el fanatismo y el dogmatismo empequeñecen. Pequeña Venezuela...

carolinajaimesbranger@gmail.com

lunes, 8 de febrero de 2010

Hoy por ti...

Carolina Jaimes Branger // Hoy por ti...
08/02/10
"Si nadie hubiera aceptado a mi abuelo, ninguno de nosotros estaría hoy aquí"
Sigo en Jerusalem. Después de diez días, tengo más preguntas que respuestas: aquéllas a los "¿por qués?" relacionados con el holocausto sencillamente no existen& Sin embargo, dentro del horror siempre hay historias de amor, de solidaridad, de entrega, como la que nos relató Dorit Novak, directora de la EIEH del Yad Vashem:

Bruselas, Bélgica, 1942. Un judío perteneciente a la resistencia al saber de las deportaciones en masa a los campos de exterminio, temió por la vida de su hijo de 13 años. Caminó por las calles, preguntando aquí y allá si podían quedarse con el muchacho. Me sobrecoge la desesperación que sentiría al ofrecer a completos desconocidos a su único hijo.

Todos lo veían como un loco. Sólo una mujer le dijo que ella no podía, pero que su hermana manejaba un hogar de crianza y que ella sí lo tomaría. El padre se dirigió allá y tal como había planeado, dejó a su hijo. Le dijo que una vez a la semana, para no levantar sospechas, tomara la bicicleta y fuera hasta su casa: si veía la ventana de la cocina abierta que entrara a besar a su madre y a tomar sopa de pollo. Y así sucedió hasta que un día encontró la ventana cerrada. El padre había sido asesinado, y la madre llevada a un campo de exterminio donde también fue asesinada. El muchacho sobrevivió, se casó y tuvo hijos, uno de ellos, el marido de Dorit Novak.

Refugiado

En 2003, la hija de Dorit conoció a un muchacho refugiado de Eritrea, quien había escapado de su país cuando lo obligaron a entrar en el ejército cuando aún estudiaba bachillerato. De Sudán pasó a Egipto y a Israel. En Israel obtuvo un permiso para trabajar en el campo con una familia, pero fue explotado y escapó otra vez. La joven se lo llevó para su casa. Su abuela materna los tildó de locos: "los va a matar a todos" sentenció. Pero su nieta estaba muy decidida: "si nadie hubiera aceptado a mi abuelo, ninguno de nosotros estaría aquí", dijo.

Hoy el muchacho está terminando el bachillerato y listo para presentar su examen final de Biblia.

Y es que la vida es así, un círculo. Hoy por ti, mañana por mí. El bien que uno hace se devuelve& El mal también.

carolinajaimesbranger@gmail.com

lunes, 1 de febrero de 2010

Seis millones de historias

Carolina Jaimes Branger // Seis millones de historias
01/02/10

"Después de todo lo que he visto, ¿cómo mantener la fe en el ser humano?"
Escribo desde Jerusalem, donde tengo el honor de asistir, invitada por el Yad Vashem Internacional, al seminario del "Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión".

Jerusalem, como me lo esperaba, es una ciudad fascinante. La cuna de las tres principales religiones monoteístas, el ombligo del mundo, la ciudad de Dios, tiene menos de un millón de habitantes, pero toda la historia del mundo a cuestas. Y toda la tristeza también.

Visitar el Museo del Yad Vashem fue una experiencia que jamás olvidaré. Recordé a la periodista Idania Chirinos que cuando visitó un campo de exterminio dijo que "había entrado caminando y salido de rodillas". Yo me sentí apaleada. Apaleada por la maldad, por la crueldad, por la miseria humana. Apaleada por el sufrimiento, por la destrucción, por el dolor. Apaleada por lo que se perdió y por lo que se dejó de vivir. Apaleada por los muertos y por los que quedaron vivos.

Apaleada por los viejos, por los adultos, por los jóvenes, por los niños. Un millón quinientos mil niños fueron asesinados sistemática y fríamente. ¿Cuántos Einstein, cuántos Freud, cuántos Sartre, cuántos Heifetz, cuántos Horowitz, cuántos tantos se perdieron en esos hornos? ¿Cuántos sueños, cuántas risas, cuántas esperanzas se llevó el viento de esas chimeneas? ¿Cuántos deseos de vivir, de amar, de creer se les arrebataron a los sobrevivientes?

Cuando uno piensa en seis millones de judíos asesinados, la cifra escalofría, sobrecoge, paraliza. Pero cuando uno piensa que cada uno de esos seis millones tenía una historia, una querencia, una vida, la dimensión del horror se hace infinita.

Y el hecho de que después de la Shoá haya habido más genocidios, y resuenen en nuestros oídos los nombres de Darfur, Rwanda, Kosovo y Timor Oriental, la pregunta que queda latente es ¿cómo mantener la fe en el ser humano?

La respuesta la obtuve el 27 de enero, coincidencialmente el Día Internacional para la Recordación del Holocausto, en el Kibbutz Lohamei Haguetaot. Fundado por un grupo de jóvenes judíos polacos, que durante su estadía en el Gueto de Varsovia se hicieron la promesa de vivir aquí. Sin olvidar, pero viendo hacia adelante, lograron sembrar anhelos y cosechar nuevas ilusiones: la prueba fehaciente del fracaso de Hitler. El Bien, que una vez más, se impuso sobre el Mal.

carolinajaimesbranger@gmail.com