Los detractores de la globalización no se dan cuenta de que ésta es indetenible. Y en el plano de las comunicaciones, aún más. Poseer un teléfono celular, acceso a Internet y estar suscrito al Twitter es tener el mundo en las manos. La inmediatez de las noticias acabó con las distancias.
El 4 de abril de 2010 en la edición de Nueva York del New York Times, salió un extenso artículo sobre la juez María Lourdes Afiuni. Quienes aquí todavía creen que los lobbies internacionales tapan toda clase de marramuncias, deberían leerlo: es de una claridad meridiana sobre la situación de la justicia en Venezuela. Aunque está dedicado a la juez María Lourdes Afiuni -arrestada luego de que el Presidente Chávez, absolutamente fuera de sí con una decisión que ella tomó, dijo públicamente que Simón Bolívar “la hubiese fusilado”, entre otros epítetos- el artículo también menciona los casos del General Baduel, Franklin Brito y Oswaldo Álvarez Paz.
El caso de la juez Afiuni le ha dado la vuelta al mundo ya varias veces, y ha recibido la condena de cuerpos colegiados. El más reciente del que he tenido noticia es de la Federación de Magistrados Argentinos, que fue distribuido en las Embajadas y organismos competentes en esa nación.
Muchas veces me he preguntado en qué se nos ha convertido el país. Siento que no pertenezco a un país en donde hay tanto odio, tanta inseguridad, tanta mediocridad, tanta hipocresía, tanta corrupción. En un país donde cada noche que uno pone su cabeza en la almohada siente que sobrevivió un día más. ¿Qué calidad de vida es esa? Y la idea de emigrar me da vueltas cada vez con más frecuencia. Si mis bisabuelos que vinieron de Italia y Francia pudieron, y mucho antes los que vinieron de España, ¿por qué yo no?
Estos pensamientos me impulsan cada vez más a buscar razones que me digan, “sí, debo quedarme”. El Sistema de Orquestas es una de esas razones. La maravillosa obra de José Antonio Abreu me da las esperanzas que necesito para seguir.
Por eso cuando leí en el artículo del New York Times que la juez Afiuni, un día en que se sentía particularmente desesperada (está recluida con mujeres que ella sentenció a prisión por drogas y asesinatos), recobró las esperanzas cuando escuchó a la Orquesta Penitenciaria tocando música de Vivaldi, yo también recobré las mías. Si Vivaldi está en las cárceles, nuestro país tiene remedio.
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El artículo anterior da pie – sin profundizar mucho – al siguiente comentario: “Si Vivaldi está en las cárceles, nuestro país tiene remedio…” Es verdad… con tal de que actuemos… porque sin la acción el resultado se quedaría en puro potencial… Debemos convencernos de que nadie va a venir a “sacarnos las castañas del fuego” sin que necesitemos mover ni un dedo, pretensión que sería realmente una actitud bastante infantil. Debemos hacerlo nosotros mismos, sin óbice a que una excelente obra como la del Maestro Abreu – en su plano particular – forme parte de esta acción tan necesaria. Todos, desde nuestras casas y lugares de trabajo, deberíamos poner nuestro granito de arena en pos de un mejor país. Nos lo merecemos. En adición, ¡cuán aventurado es “inventar” una supuesta acción que tomaría Bolívar en el caso de la juez Afiuni! Como si Simón Bolívar fuera “El Coco” con el cual asustar a quienes no piensan igual que el Inquilino de Miraflores. Esto, apreciada Carolina, pura y simplemente es la falta de argumentos para sostener una arbitrariedad tal. Mucha agua ha pasado debajo de los puentes desde cuando éramos niños y nos metían miedo con “el coco”, “el carretón”, “la burra maniá” y “la sayona”. Pero ahora, en pleno siglo XXI, no nos asusta ni Freddy Krueger… Este hecho ni siquiera pasa por la mente de ese siniestro y decimonónico personaje que “perpetra” la presidencia de nuestro país, quien tiene una gran cantidad de “cocos” con los cuales quiere meternos miedo: el imperio, el Capitalismo salvaje, el olor a azufre… Pero, ¡qué raro!, olvidó el verdadero “coco”, que terminó desapareciendo en la práctica desde hace veinte años por ser inviable y hasta antinatura: el Comunismo. Debemos evitar tenazmente tal retroceso; que trae aparejado muerte, destrucción y miseria. No hay mejor demostración que la historia de la fenecida URSS… Hay que ser como aquel viejo llanero cuya historia me contaba mi sabia abuela materna, la finada “vieja” Vicenta Muñoz: “¡No le temo a bultos, ni a gatos enmochilaos, ni a machete e’conuquero ni a garrote encabullao!” Debemos aprender de este llanero echao p’alante… no de quien se jacta de valiente sólo porque es guapo y apoyao… Para terminar cito a la misma “vieja” Vicenta cuando se refería a alguien muy dado a ofrecer sin cumplir: “la lengua es muy buena piona.”
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