Hace dos domingos me sucedió algo que me conmovió tanto que quiero compartirlo con ustedes, mis lectores, como lo he hecho en privado con algunos amigos:
Fui al supermercado y cuando entré a la sección de legumbres y vegetales vi a un señor cortando y empaquetando auyamas: era Arlindo da Gama, uno de los dueños de la cadena Excelsior Gama. ¡Cuánta admiración sentí por él en particular y por todos los que han venido de otras latitudes a enriquecernos con su trabajo!
Me quedé un rato observándolo. Amablemente atendió y tuvo una sonrisa para todos quienes se le acercaron. Finalmente me le acerqué yo. Lo había conocido en una cata de vinos hacía un año, cuando nos presentó un amigo común:
“En nombre de mis hijas, muchas gracias por todo lo que ha hecho por el país”, le dije. Le conté cómo él y sus jóvenes parientes habían sido un ejemplo para nosotros cuando éramos pequeños e íbamos con mi mamá al Abasto Excelsior que quedaba en Los Palos Grandes y ella siempre nos hacía notar que esos muchachos tan jóvenes ya estaban trabajando.
“Por favor, no se vaya a ir de Venezuela”, le dije. “¿Irnos?” me respondió… “¡Claro que no nos vamos a ir, si ahora es cuándo!”
Ese episodio me recordó un día que yo estaba hablando con Francisco Rodríguez en su oficina de Festejos MAR en La Florida , y él veía por la ventana a un muchacho que lavaba platos en una batea que había en el patio. “¡Ese muchacho no sabe lavar platos””, dijo. Se quitó el saco, se arremangó la camisa y fue a enseñarle personalmente cómo se debían lavar.
Era la misma actitud de Filippo Sindoni cuando recorría las instalaciones de Pastas Sindoni.
¡Cuánto nos queda por aprender de nuestra inmigración trabajadora! Una reforma constitucional debería ser permitirles ser presidentes de la república. Esos hombres y mujeres han construido parte importante de lo bueno que tenemos en Venezuela. Son personas que han trabajado -y siguen trabajando- sin complejos y con éxito,
porque no sienten el trabajo como algo que denigra, ni como un castigo. Ver a Arlindo da Gama un domingo cortando y empaquetando auyamas -que no es otra cosa que seguir apostando por Venezuela desde lo más simple a lo más complejo- me llena de entusiasmo.
Para usted señor da Gama, este pequeño homenaje de respeto y admiración.
Hola Carolina.
ResponderBorrarTu artículo de hoy en El Universal me hizo un nudo en la garganta.
Lo de Arlindo Da Gama parece una escena extraída de una película.
A veces me pregunto: ¿cuándo la tranquilidad volverá a nuestras vidas? ¿por qué no somos un pais del primer mundo?
La respuesta a estas dos preguntas están relacionadas con lo que quieren la mayoría de los venezolanos, lo cual a su vez está relacionado con la educación de hogar de esos mismos venezolanos. Estoy seguro que nuestro presente sería muy diferente si nuestra educación hogareña tuviese fuertes raices morales (y no estoy hablando de religión o cosas parecidas, sino de la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, lo injusto y lo justo), por supesto que la educación formal es importante, pero los primeros aprendizajes en la infancia es lo que queda, porque de allí surgen los principios.
PD: lástima que nunca te he visto por Los Palos Grandes para invitarte un café o un dulce. Antes vivía en La Castellana y ahora en la parte alta de Los Dos Caminos... pero sigo realizando mis actividades comerciales y de esparcimiento en el Municipio Chacao... allí si provoca caminar por las calles... límpias, con árboles, todo bonito, todo cerca: cines supermercados, muchos locales de comida, panaderias, tiendas de lo que sea, la fruteria de la cuarta avenida, transporte interno con TransChacao, seguridad, Farmatodo, BlockBuster (ahora lo tranformaron en una tienda de películas y computación), plazas bonitas (aunque la nueva está un poco árida... pero esperemos que crezcan de nuevo los árboles que podaron), etc.
Un placer saludarla,
ResponderBorrarEstupendo articulo, lo he leido hoy en el impulso y mientras lo leia en mi mente aparecian ejemplos como el sr.Da Gama, venezolanos y extranjeros, a los cuales debemos agradecer su esfuerzo y su fe en esta patria, patria que con esperanza reverdecera con el abono del ejemplo de estos hombres y mujeres y con la labranza diaria de nuestro trabajo.
Danny Perez
dannypperez@hotmail.com
Como siempre, magnífico artículo. Me hizo un nudo en la garganta, me hizo recordar a mi abuela Maria (la mamá de mi mamá), española, de madre española y padre nacido en Cuba. Cuanto han dado a este país, sin miedo y con mucho compromiso. Abuela le daba siempre las gracias a Venezuela, al igual que sus hermanos y sobrinos venidos de Cuba y que hoy deben tener miedo y sin embargo no huyen como ya lo han hecho muchos venezolanos nacidos aquí. TQM y de parte mía, de mi señora, de mi hijo y de todos los que se sienten miembros de la Fundación que presido… ¡mil gracias por llamarnos a la reflexión!
ResponderBorrarCarolina; quiero felicitarte por este artículo. Hoy en día pocas personas defienden el concepto del trabajo honesto
ResponderBorrarcomo elemento básico de vida. Te felicito y admiro tus trabajos.
Carolina, eso me recuerda lo que mis tíos me han contado de mi padre. Cuando llego a Venezuela con una maleta y una silla de extensión de lona, con unos pocos bolívares en el bolsillo, allá por los años 1917 no 18, caminaba por enfrente de un restaurant que mis tíos tenían en las afuera de Caracas, por donde está la estatua de Colon ahora. Mi papa caminaba por la acera cuando vio que un carro Ford estaba dañado, y el dueño no sabía qué hacer . Mi papa le pregunto: “ lo puedo ayudar”. El dueño le dijo: “ Musiu tu sabes arreglar carros”, un poquito, le contesto, bueno si me lo arreglas te doy Bs5, se quito el palto lo puso sobre la maleta se remango la camisa, le pidió al dueño si tenía un destornillador, y en pocos minutos tenía el carro andando, papa le pregunto si el sabia donde podía alquilar un cuarto y le dijo en la próxima cuadra hay una casa grande que tiene un aviso que alquilan cuartos. Allí conoció la hija de la dueña, quien fue mi madre.
ResponderBorrarCaminando Caracas buscando trabajo, llego hasta un gran taller mecánico detrás de Miraflores. Hablando con el dueño le dijo que quería trabajar y cuando le dijo que era Ingeniero mecánico, le dijo que no tenía trabajo, en eso llego el Caporal del taller y le dijo cuando se presente un buen peón, que le de trabajo limpiando el taller. Se quito la corbata y el palto y le dijo aquí tiene su peón. Allí comenzó a trabajar, pero esta historia es larga. Un día siendo Jefe Mecánico del Taller se presento un señor Branger de Valencia con una caldera de vapor que se había rajado en centro, y quería que la repararan, el dueño del taller le dijo: “eso no se puede arreglar tiene que comprar una nueva ( en ese tiempo no había en Venezuela soldadura) Mi papa le dijo al dueño, aparte, cóbrele bien que yo la arreglo. Después de discutir el precio el Señor Branger le dijo al dueño, yo lo acepto con la condición que este musiu, la traiga y la prenda en mi talleres. Asi lo hizo y entonces le ofreció inmediatamente trabajo a mi padre, le pidió un buen sueldo, una casa donde vivir, y allí nació mi hermano mayor.
Cuando yo llegue de mis estudios en Francia, pase por Boston y allí me compre un corte de tela sintética blanca muy parecida al Lino. Pregunte quien era el mejor sastre para hacerme un liquilique, y me informaron de una sastrería a media cuadra de la Plaza Simón Bolívar. Cuando este viejito sastre me comenzó a tomar las medida decía para el Avellan, Avellan, me pregunto que si yo era familiar de un tal Avellan que trabajaba para la Fabrica Branger de Valencia, le dije que si él era mi padre. El viejito salto de alegría y le dijo al dueño, yo le hice varios trajes al padre y ahora le voy a hacer un liquiliqui al hijo.
Carolina, así somos los viejo, tenemos mucha historia que contar.
Te quiero mucho;
Manolo
Un saludo muy cordial, doña Carolina. Calificaría el artículo de arriba como “refrescante” porque nos recuerda que en este mundo todavía existen aquellas virtudes que parecieran haberse “evaporado” hace mucho tiempo. ¡Gracias a Dios! Gracias a Dios que todavía existen esas personas cuyo ejemplo es la mejor lección que podemos recibir. Gente como mi finado cuñado, doctor en medicina, quien fue una de las personas que más me han impresionado en la vida. Más de una vez pude presenciar como atendía a pacientes sin cobrarles ni medio porque no tenían como pagarle y, por si fuera poco, les obsequiaba muestras médicas para que hicieran sus tratamientos. Pero, lo más aleccionador de todo esto es que nunca pasó grandes dificultades económicas, como una mentalidad totalmente mercantilista podría suponer... También conocí a uno de los dueños de una empresa, gallego para más señas, a quien una vez encontré tratando de arreglar – como un obrero más entre sus obreros - la vía de acceso a su fábrica... Mi finada abuela, Vicenta Muñoz, siempre decía “a mí no me daría pena que me vieran trabajando sino que me vieran robando”. ¡Qué lástima que el “antivalor” de la “viveza” cada vez pone más en segundo plano estas actitudes tan humanas! Debemos recordar que el trabajo va a ser la única salida cuando nos toque “desfacer este entuerto” que nos está dejando este nefasto gobierno... Gracias de nuevo por sus excelentes artículos. Se le aprecia mucho.
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