Conferencia dictada el 20 de abril de 2009 en el Paraninfo del Palacio de las Academias en Caracas, con motivo de la conmemoración de los 470 años del nacimiento del Inca Garcilaso de la Vega y de los 400 años de la publicación de los Comentarios Reales de los Incas
Nos hemos reunido en este honorable recinto académico para conmemorar dos efemérides altamente significativas: los 470 años del nacimiento del Inca Garcilaso de la Vega, y las cuatro centurias de la primera edición de su obra maestra Comentarios Reales de los Incas. Pero más que una conmemoración, siento que debemos compartir este acto como una gran celebración.
Festejamos la vida y la obra del primer prosista y cronista mestizo de la lengua española, y simbólicamente, el primer mestizo de América Latina. De un hombre que conoció en profundidad y se movió cómodamente entre el mundo incaico y el mundo europeo, porque pertenecía a ambos. “Prenda de dos mundos tengo yo”, escribió para ilustrar el sincretismo entre la concepción renacentista del padre venido de Europa y el mágico cosmos del Tahuantinsuyo de la madre. Recordaba hace poco Oscar Sambrano Urdaneta las palabras de Uslar Pietri “tan sólo una puerta separaba sus dos mundos”. Ciertamente, los mundos se conjugaron de manera armoniosa en el Inca Garcilaso.
Nacido en 1539, era hijo de un capitán español de noble familia extremeña y de Chimpu Ocllo, una ñusta de la corte de Cuzco, sobrina nieta de Huayna Capac Inca, rey del Perú. Fue bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, un nombre de familia que llevaba uno de sus tíos en España y un pariente, el primogénito de los Condes de Feria. Su infancia y temprana juventud transcurrieron en el palacio real, donde su identidad incaica se afianzó al crecer dentro de la familia de su madre. En esos años fue testigo del fin del Imperio Inca y de las guerras civiles entre Pizarros y Almagros que marcaron el comienzo de la conquista.
Estas guerras hacían que su padre se ausentara del hogar con cierta frecuencia, dejando a su mujer y a su hijo, junto a otra hija mestiza, al cuidado de un ayo, también mestizo, llamado Juan de Alcobaza. Años después, Alcobaza se encargaría de adentrar al pequeño en el mundo de su padre al hacerlo participar en juegos, banquetes, procesiones religiosas y prácticas de artes militares. Fue Alcobaza quien lo llevó, junto a otros niños mestizos, a estudiar con Juan de Cuéllar, canónigo de la Catedral, quien le enseñó latín y elementos de la cultura española.
En 1554 el joven Gómez Suárez de Figueroa abandona el palacio real para instalarse en la nueva residencia de su padre, quien había abandonado a su madre cuando fue designado Corregidor y Justicia Mayor de Cuzco, y quien, por formalismos que correspondían a su nueva condición, había desposado a una española, Luisa Martel de los Ríos. Su rango no le permitía contraer nupcias con una indígena, aunque se tratara de una princesa. Con su padre, su madrastra y sus dos medias hermanas vivió el Inca Garcilaso rodeado de todos los privilegios hasta la muerte de su padre en 1560. En esa fecha decide viajar a España para reclamar su herencia y el uso del apellido y de los privilegios de su padre, quien en su testamento lo había reconocido como hijo natural.
Justo antes de partir, Polo de Ondegardo, quien había sucedido al Capitán Garcilaso de la Vega como Corregidor de Cuzco lo invitó a ver un extraño museo que tenía en su propia casa: “para que llevéis qué contar por allá”, le dijo, y le enseñó las momias de cinco reyes incas: Viracocha, Tupac Inca Yupanqui, Huaina Capac, la reina Mama Runtu, mujer del Inca Viracocha y la coya Mama Ocllo, madre de Huaina Capac. Este hecho causó honda impresión en el muchacho.
Llegó a Montilla donde fue bien recibido por su familia paterna, en particular por su tío Álvaro de Vargas, quien además de protegerlo prácticamente lo adoptó, ya que él y su esposa no tenían hijos. En 1561 Garcilaso viajó a Madrid para pedir en la Corte el reconocimiento de los méritos y derechos de su padre, pero no lo consiguió. Uno de los miembros del Consejo de Indias, Lope García de Castro, se negó rotundamente, alegando que el Capitán Garcilaso había ayudado a escapar a Gonzalo Pizarro. Inútiles resultaron los argumentos esgrimidos por el Inca, quien, decepcionado, decide regresar al Perú y en 1563 obtiene la autorización mediante una real cédula. Poco antes de partir se entera que García de Castro había sido designado Gobernador y desiste entonces del viaje.
Regresa a Montilla y se instala en casa de su tío hasta 1568, cuando los moriscos se levantan en Las Alpujarras y se alista en el ejército para combatirlos. Pelea con el rango de capitán a las órdenes de Don Juan de Austria en la Guerra de Granada. Sin embargo, su vocación no era la de militar, como lo evidenció en sus escritos .
En 1570 vuelve a Montilla. Muere el tío Álvaro, dejándole, además de privilegios, una holgada situación económica que le permitió dedicarse de lleno al estudio de la religión, la filosofía y la literatura. Viaja con frecuencia a Córdoba, donde entabla fructíferas relaciones intelectuales con religiosos de distintas órdenes. En 1571 fallece su madre, y el Inca pierde el interés en regresar al Perú. En 1588 nace su único hijo, Diego de Vargas, hijo de su ama de llaves, Beatriz de Vega.
Su producción literaria, sin embargo, debió esperar todavía hasta 1590, cuando el Inca ya contaba cincuenta y un años, y la desarrolló íntegramente entre España y Portugal.
Su primera obra fue la traducción del italiano de los “Diálogos de Amor” de León Hebreo, uno de los pensadores más importantes de la corriente neoplatónica, a quien había elogiado Cervantes en el Libro IV de la Galatea y en el prólogo de la primera parte del Quijote .
No está claro cómo aprendió Garcilaso el italiano, aunque se presume que fue durante su pasantía por el ejército, en las campañas de Italia. Ciertamente, ha debido perfeccionarlo en estudios posteriores, ya que su notable traducción recibió grandes y merecidos elogios. Fue su única obra publicada en España, en la Casa de Pedro Madrigal, el impresor madrileño. El título es “La traduzion del indio (se llama a sí mismo así) de los tres diálogos de amor de León Hebreo” y en esa edición firma por primera vez como “Garcilaso Inca de la Vega, natural de la gran ciudad del Cuzco, cabeza de los Reinos y Provincias del Perú”, resaltando su doble condición de hidalgo español y noble inca, la estirpe que le viene del padre y el título tradicional de la familia de la madre, y orgulloso de ser ambos.
La obra fue vetada por el Tribunal de la Inquisición, lo que obligó a Garcilaso no sólo a retractarse y retirar su circulación, sino a repetir las palabras de los inquisidores, que la obra “no era para vulgo”. Años después logró reimprimirla.
Es probable que Garcilaso conociera de antemano el riesgo que entrañaba el traducir la obra de León Hebreo y aún así prefirió correrlo, pues no parece casualidad el que haya escogido traducir los Diálogos de Amor como su primera obra. Y es que León Hebreo fusiona el platonismo y el aristotelismo, y los combina con la cábala y el misticismo árabe, la astrología y la metafísica pitagórica , para lograr un delicado balance entre dos universos distintos, armonía de tradiciones, comunión de cuerpos y almas, que ha debido no sólo mover y conmover a Garcilaso, sino además servirle de guía para escribir los Comentarios Reales.
Para los catedráticos y expertos en Literatura Latinoamericana José Carlos Rovira y Remedios Mataix, Garcilaso encuentra en León Hebreo el modelo perfecto para darle sentido histórico y legitimidad cultural a su identidad de mestizo, pues el pensamiento de Hebreo le permite reinterpretar la Conquista como una unión amorosa entre el Viejo y el Nuevo Mundo. El mestizaje, concluye Garcilaso, sería la evidencia física del amor como fuerza cósmica que une y reconcilia .
La influencia de León Hebreo explica también por qué la violencia, la iniquidad y la tragedia del mundo incaico se diluyen y desaparecen en los Comentarios Reales: el Inca busca - y encuentra - la suprema belleza que no pertenece al mundo material, sino al mundo de las formas. La misma situación se repite en La Historia General del Perú cuando Garcilaso obvia los detalles de la tragedia que significó la conquista (aunque reconoce que fue así al final de su obra) y opta por dejar una visión utópica de la historia como la reconciliación de dos mundos, y no como lo que en realidad fue, un terrible enfrentamiento.
En 1596 escribe La Genealogía de Garci-Pérez de Vargas, su pariente paterno, donde comenta líneas de parentesco y datos autobiográficos.
En 1600 Garcilaso se muda a Lisboa. Se han manejado diversas hipótesis sobre las razones que tuvo para dejar España. Una lo atribuye al hecho de que la censura de la Inquisición española era más estricta que la portuguesa. Otras sostienen que su partida se debió a que en España no recibió el trato acorde con su prosapia y linaje por su condición de mestizo. Aparentemente en Portugal tampoco lo obtuvo, pero Lisboa fue el lugar donde se instaló definitivamente.
Sus obras posteriores fueron todas impresas y publicadas en Lisboa. Su primera crónica, La Historia del Adelantado Hernando de Soto, Gobernador y Capitán General del Reino de la Florida fue una epopeya escrita en prosa y publicada en 1605 sobre la fallida expedición de la península de la Florida por el adelantado Hernando de Soto, relatada a Garcilaso por Gonzalo de Silvestre, uno de los conquistadores que acompañó a de Soto en su periplo y a quien Garcilaso había conocido en casa de su padre en el Cuzco. Con él se reencuentra y entabla una buena amistad en la aldea de Las Posadas, cerca de Córdoba.
El Inca, que jamás había pisado la Florida, compuso su obra a base de relatos orales y escritos de Silvestre y otros compañeros de de Soto, unos fidedignos y otros no:
“Conversando mucho tiempo y en diversos lugares con un caballero grande amigo mío (Gonzalo de Silvestre), que se halló en esta jornada, y oyéndole muchas y muy grandes hazañas que en ella hicieron así españoles como indios, me pareció cosa indigna y de mucha lástima que obras tan heroicas que en el mundo han pasado quedasen en perpetuo olvido. Por lo cual, viéndome obligado de ambas naciones, porque soy hijo de un español y de una india, importuné muchas veces a aquel caballero (para que) escribiésemos esta historia, sirviéndole yo de escribiente…”
La escritora e investigadora de la cultura peruana y latinoamericana Raquel Chang Rodríguez, en una entrevista que ofreció con motivo de la publicación de Franqueando fronteras: Garcilaso de la Vega y La Florida del Inca , dice:
“Hernando de Soto era un hombre que había adquirido notable reputación. Aunque participa en el prendimiento de Atahualpa en Cajamarca, mantiene buenas relaciones con él y de algún modo se opuso a su ejecución. Él se unió a una princesa incaica, tal como lo hizo el padre de Garcilaso. De ella tuvo una hija mestiza, Leonor de Soto, que no reconoció…”
Por eso no extraña que uno de los episodios más detallada y hermosamente relatados sea el encuentro entre un conquistador español, De Soto y una india, la princesa de Cofachique, quien exhibe las mismas virtudes de las ñustas cuzqueñas. Esta “peruanización” de la princesa no es única: el Inca “peruaniza” toda la Florida, con la autoridad que le confiere su condición de mestizo.
El interés principal del escritor, sin embargo, no era hacer un recuento biográfico del Adelantado De Soto y su expedición, sino más bien demostrar que los indios no eran salvajes, como habían afirmado los jesuitas, y que albergaban en sus almas sentimientos y virtudes tan preclaras como los de los caballeros españoles. La Florida es a la vez un himno a la libertad, pues los indios prefieren la muerte al sometimiento.
Como sucedió con la traducción de los Diálogos de Amor, había también una buena razón en el Inca para relatar esta historia imprecisa, llena de muchos vacíos y de la que no fue testigo presencial, sino un simple escribiente, como lo establece él mismo en el proemio de su obra: la historia de Hernando De Soto en la Florida es, nuevamente, el encuentro entre dos mundos que le son inmensamente familiares. Al respecto comenta Vargas Llosa en un artículo publicado en la revista Letras Libres :
“Los nativos de la Florida tienen el mismo sentido puntilloso de la honra y el honor de los castellanos, la noción renacentista del valor, la reputación, las apariencias, la predisposición a los desplantes y gestos teatrales…”
Es decir, que los indios son españoles disfrazados, con conductas e ideas europeas.
En todo caso, en esta obra ya se hacen evidentes las dotes de eximio narrador del Inca, a pesar de las críticas de su poco fundamento histórico.
Mario Vargas Llosa, señala:
“En La Florida, el Inca dice, defendiéndose de una imputación que caerá sobre él en el futuro, ser más un literato que un historiador: "Toda mi vida, sacada la buena poesía, fui enemigo de ficciones, como son libros de caballerías y otros semejantes" (II, I, XXVIII). No tenemos por qué dudar de su palabra ni de sus buenas intenciones de historiador. Pero acaso podamos decir que, en su tiempo, las fronteras entre historia y literatura, entre realidad y ficción, eran imprecisas y desaparecían con frecuencia. Eso ocurre, más que en ninguna otra de sus obras, en La Florida, una historia que Garcilaso conoció a través de los recuerdos -materia subjetiva a más no poder- de un viejo soldado empeñado en destacar su protagonismo en la aventura, y de apenas un par de testimonios escritos. En verdad, aunque la materia prima de La Florida sea historia cierta, su proyección en el libro de Garcilaso, de prosa cautivadora y diestro manejo narrativo, idealiza el relato verídico hasta trastocarlo en narración épica, en una hermosa ficción histórica, la primera de raigambre hispanoamericana” .
La Florida del Inca, como se le conoce desde entonces, circuló por toda Europa y fue traducida al francés, inglés, alemán, italiano, holandés e incluso en latín. Difusión semejante no había tenido hasta entonces ningún autor hispanoamericano .
Después de este éxito, Garcilaso se dedica de lleno a terminar de escribir la primera parte de su obra máxima y que es motivo de esta celebración, los Comentarios Reales de los Incas.
Publicada también en la imprenta de Craasbeck, Garcilaso comienza explicando la necesidad que lo llevó a escribir los Comentarios como conocedor de la historia, la cultura y las instituciones de los Incas, frente a las reseñas incompletas y no ajustadas a la verdad que habían realizado algunos historiadores españoles.
“Mi intención - dice - no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa, y de intérprete en muchos vocablos indios que como extranjeros en aquella lengua interpretaron fuera de la propiedad de ella”.
El experto en Garcilaso Edgar Montiel explica que el Inca les salió al paso a las versiones “oficiales” que había encargado el Virrey Toledo a Diego Fernández y a Francisco de Gómara para explicar el nuevo orden colonial que consideraba a los indígenas salvajes. No era otra cosa que la justificación política de Toledo para haber desconocido el derecho de restitución y libertad individual de los incas por el que habían abogado entre otros el Padre de las Casas, y sobre todo, por haber condenado a muerte en 1560 al último Inca, Tupac Amaru, primo de Garcilaso . Toledo tenía la necesidad de demostrar que los incas eran los déspotas y los españoles los liberadores. La respuesta de Garcilaso respondió a su propia necesidad de demostrar que los incas no eran bárbaros sino gentiles, que no eran ignorantes, sino cultos, y que no eran un pueblo de bárbaros, sino que poseían una muy rica civilización.
La primera parte de Los Comentarios es la crónica del mundo que se fue. Del mundo que recibió de su madre, quien le enseñó la lengua de sus mayores y le narró las historias de su familia. “... la sabiduría incaica se transmitió por vía oral”, escribió en el Libro Séptimo.
Pero ya desde el Capítulo III había dejado establecido este hecho:
“Pasando, pues, días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años, acaeció que estando mis parientes un día en esta su conversación, hablando de sus reyes y antiguallas, al más anciano dellos, que era el que me daba cuenta dellas, le dije: "Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es la que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticias tenéis del origen y principio de nuestros reyes? Porque allá los españoles, y las otras naciones sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus reyes y los ajenos, y el trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis dellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas? ¿Quién fue el primero de nuestros Incas? ¿Cómo se llamó? ¿Qué origen tuvo su linaje? ¿De qué manera empezó a reinar? ¿Con qué gente y armas conquistó este gran imperio? ¿Qué origen tuvieron nuestras hazañas?...
El Inca, como que holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de dar cuenta dellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención que entonces), y me dijo: "Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es frasi dellos por decir en la memoria)…”
Allí nació y se alimentó la inquietud de Garcilaso por preservar y divulgar la memoria de su patria. Entonces, de manera prolija y ordenada, explicó las tradiciones orales y las historias, los mitos y las leyendas del pueblo inca que recogió no sólo de su madre y de su tío, sino de sus viajes por todo el territorio, de boca de sus naturales. Narró su cosmogonía, su sentir y su dolor. Su visión es la de un protagonista y no la de un narrador omnisciente, lo que concede mayor validez a su aporte. Y él mismo lo pensó así, pues en Los Comentarios, como antes había hecho en La Florida, se adelanta a quienes le echaron en cara que el valor de su obra era literario y no histórico, cuando aclara:
“Digo llanamente las fábulas históricas que en mis niñeces oí a los míos. Tómelas cada uno como quisiere, y déles el alegoría que más le cuadrare. A semejanza de las fábulas que hemos dicho de los Incas, inventan las demás naciones del Perú otra infinidad dellas… que no se tiene por honrado el indio que no desciende de fuente, río o lago, aunque sea de la mar y de animales fieros como el oso, león o tigre, o del águila o del ave que llaman cúntur, o de otras aves de rapiña, o de sierras, montes, riscos o cavernas; cada uno como se le antoja, para su mayor loa y blasón… Residiendo mi madre en el Cuzco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los pocos parientes y parientas que de las crueldades de Atahualpa escaparon; en las cuales visitas siempre sus más ordinarias pláticas eran tratar del origen de sus reyes, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes que tan en provecho y a favor de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las prósperas que entre ellos hubiesen acaecido, que no la trajesen a cuenta. De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes; lloraban sus reyes muertos, enajenado su imperio y acabada su república. Éstas y otras semejantes pláticas tenían los incas y pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido, siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto diciendo: “trocósenos el reinar en vasallaje”. En estas pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oír, como huelgan los tales de oír fábulas”.
Ya lo hemos dicho: Hay críticos del Inca que desconfían de la veracidad histórica de sus obras. Uno de los más importantes y conocidos, José de la Riva Agüero escribió:
“Movido del afán de presentar a los incas por el lado más favorable y halagüeño, altera y desnaturaliza el carácter de este período. La dura majestad, la bárbara grandeza del carácter del Inca, que tanto se destacan en la narración de Jerez, se borran y se pierden en la suya para dar paso a una pintura, que aquí merece plenamente el calificativo de novelesca”.
Pero a pesar de que en muchos aspectos presenta situaciones idealizadas, incongruencias de fechas y aseveraciones falsas, su aporte a la historiografía colonial del Perú es indiscutible e inconmensurable.
Garcilaso se explaya en los detalles. Tal y como lo haría un lingüista, describe la lengua de los indios y la compara con el español. Enumera las letras y describe los fonemas comunes y no comunes. Se excusa de escribir los vocablos con la fonética exacta del idioma quechua, y no como corrupción del español. En general, no toma partido ni por el español ni por el quechua, excepto cuando critica a los traductores españoles y afianza su conocimiento sobre el tema con comentarios como “...aquella mi lengua general del Perú...”.
Comenta también, por ejemplo, que los años durante los cuales vivió en el Cuzco, donde nació, no había monedas para el comercio:
“Asimismo es de advertir que en mis tiempos, que fueron hasta el año de mil quinientos y sesenta, ni veinte años después, no hubo en mi tierra moneda labrada: en lugar de ella se entendían los españoles en el comprar y vender pesando la plata y el oro por marcos y onzas: y como en España dicen ducados, decían en el Perú pesos o castellanos: cada peso de plata o de oro, reducido a buena ley, valía cuatrocientos cincuenta maravedís”
Los Comentarios no son meras descripciones: Garcilaso las adorna con narraciones de hechos, que siempre responden a cómo, cuándo y por qué sucedieron.
La influencia de esta obra se ha sentido desde su publicación. ¿Hubiera intuido Garcilaso que la historia que narró, para él perteneciente al pasado, fue prohibida en 1782 por una real cédula de Carlos III, a raíz del levantamiento de Tupac Amaru en la que se ordenaba a los virreyes del Perú y del Río de la Plata recoger todos los ejemplares de los Comentarios, pues “aprendían en ellos los naturales muchas cosas inconvenientes”?
Mientras el libro en América pasó a formar parte del famoso índice expurgatorio, en Madrid se imprimía y reimprimía y circulaba libremente.
En los siglos XVIII y XIX fue un texto de obligada lectura para los partidarios de la independencia, pues se trataba de una obra que el régimen colonial consideraba peligrosa. El libertador José de San Martín deseó imprimir una edición, incluso estableció contactos con una imprenta en Londres, pero la guerra impidió que realizara el proyecto. Simón Bolívar leyó y citó la obra. Sin embargo, no fue sino hasta entrado el siglo XX, en 1918 para ser exactos, que Los Comentarios se publicaron nuevamente en América Latina.
Los juicios sobre la obra cumbre del Inca son múltiples, pero salvo alguna excepción, todos coinciden en el enorme esfuerzo que el escritor realizó por transmitir hechos verdaderos y sobre todo verosímiles. Él mismo se excusa:
"...Mis parientes, los indios y mestizos del Cuzco y de todo el Perú, serán jueces desta mi ignorancia, y de otras muchas que hallarán en esta mi obra; perdónenmelas, pues soy suyo, y que sólo por servirles tomé un trabajo tan inconfortable como esto lo es para mis pocas fuerzas, sin ninguna esperanza de galardón suyo ni ajeno”.
La segunda parte de Los Comentarios, conocida como Historia General del Perú recoge la historia de los primeros años de la conquista. Las intestinas guerras civiles. El mundo de su padre, el mundo que llegó para quedarse. Aquí es menos original, pues con frecuencia glosa y cita a otros autores, como Diego Fernández, Agustín de Zárate y López de Gómara. Acude con frecuencia a los manuscritos del Padre Blas Valera, sacerdote jesuita y también mestizo, quien escribe muchas veces cegado por la pasión. A ciertos críticos les sorprende que no haya citado más las crónicas peruanas de Cieza de León, uno de los documentos más importantes sobre la historia de América del Sur y el primer tratado de geografía descriptiva americana escrito por un español, cuya primera edición fue publicada y difundida en España en 1553.
Sin embargo, cuando el Inca trata de las rebeliones de Gonzalo de Pizarro y de Francisco Hernández Girón, sus relatos resultan estrictamente históricos, pues su padre fue actor de relieve en la primera y el mismo Garcilaso, testigo presencial de la segunda.
La concepción integral de la obra es providencialista, pues se inicia en tiempos “oscuros” (le dice el tío Inca que “en los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos”) hasta el advenimiento de la luminosa cultura europea “es cosa cierta y notoria que dentro de pocos días que la armada del Perú entra en Sevilla, suena su voz hasta las últimas provincias del Viejo Orbe, porque como el trato y contrato de los hombres se comunique, y pase de una provincia a otra, y de un reino a otro, y todo esté colgado de la esperanza del dinero, y aquel imperio sea un mar de oro y plata, llegan sus crecientes a bañar y llenar de contento y riquezas a todas las naciones del mundo, mercedes que nuestro Triunvirato les ha hecho. (Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque)”.
Este texto, segunda parte de los Comentarios Reales, fue publicado póstumamente en 1617.
La primera parte, Los Comentarios Reales y que es motivo de esta celebración, es una idealización del Imperio Inca, el Tahuantinsuyo, pero sin la utopía de restaurarlo, como la que aún hoy subsiste y es motor de movimientos anarquistas. Para Garcilaso era, simplemente, "la obligación que a la patria y a los parientes maternos se la debía".
La segunda parte es un reconocimiento a la imposición de la soberanía española y de los nuevos territorios ganados por el Cristianismo. El resultado final es una clara prefiguración del Perú y del sentido de la peruanidad muchos años antes de que estos nacieran. Se trata de la articulación del proceso histórico-social con el literario-cultural. Puede afirmarse sin equívoco que el Inca Garcilaso es el primer peruano y el primero en manifestar la conciencia criolla, y junto al español Alonso de Ercilla, autor de La Araucana, poema épico que narra la conquista de Chile, el iniciador de la literatura latinoamericana.
Aurelio Miró Quesada, en el estupendo prólogo que escribió para la edición de los Comentarios publicada por la Biblioteca Ayacucho, dice:
El peruanismo del Inca Garcilaso, sin embargo, no es restringido ni excluyente, sino de integración y de fusión. El mestizo cuzqueño sabía perfectamente que a mediados del siglo XVI ya no se podía revivir el Tahuantinsuyo, porque los conquistadores españoles habían arrojado una semilla de las que estaban brotando nuevos frutos en los campos de América. “Fruta nueva del Perú” llamó Felipe II a la traducción de León Hebreo. Y sabía que, a pesar de todas las leyes españolas y más allá de los actos forzados o de las imitaciones voluntarias, tampoco se podía implantar una artificial Nueva Castilla, si no había surgido algo distinto que, simbólicamente, no tenía un nombre castellano ni quechua, sino se llamaba con un vocablo espontáneo y criollo: el Perú. Extendiéndolo a América, así habrá que entender la singularidad del mundo americano, al que - con la frase del Inca Garcilaso- “con razón lo llaman el Nuevo Mundo, porque lo es en toda cosa”.
***
Más de tres siglos después de la muerte de Garcilaso, otro peruano universal, José Santos Chocano, escribió una poesía La tristeza del Inca, para dirigirse a una castellana que “ignoraba el mal que le había hecho”. El inca de Santos Chocano es un inca triste. Pero el del Inca Garcilaso es un inca alegre, orgulloso de su raza y de su pasado, que entiende su presente sin considerarlo afrentoso.
En estos próximos años los suramericanos celebraremos, unos antes, otros después, el segundo centenario de nuestra independencia de España y Portugal. Hoy dirigimos nuestra mirada de nuevo hacia Europa, pero ya no con la actitud de los conquistados o sojuzgados, sino entendiendo a cabalidad la riqueza, la complejidad y la trascendencia de nuestro mestizaje, algo en lo que se nos adelantó el Inca Garcilaso de la Vega. Será tal vez porque entendió cuatrocientos años antes el significado de las palabras del escritor y antropólogo peruano José María Arguedas, quien como él conoció a fondo y se movió entre dos mundos: “Todas las sangres nos alientan. Todas las patrias sostienen nuestros sueños”
Notas bibliográficas:
[1] “…A los ochenta años que mi padre y dos hermanos suyos sirvieron a la Corona de España quisiera ya añadir los míos, esos pocos e inútiles que en la mocedad serví con la espada…”
[2] "Si tratáredes de amores con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas"
[3] León Hebreo, Philographia o Dialoghi d’amore /Roma: 1535/; traducción Guedella Yáhia (Venecia: J. de Costa, 1568) 2ª trad. Garcilaso de la Vega (Madrid: Pedro Madrigal, 1590). Véase M. Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela (Madrid, 1905), p. 278 y ss.; así como Hist. Id. Est., op. cit. v. I, pp. 488 y ss. Véase también G. Arciniegas, “El Inca Garcilaso y León Hebreo o los cuatro Diálogos del Amor”, Cultura Peruana, nº 45 (Lima: 1960), pp. 5-11. Véase también Rafael de Cózar: Poesía e Imagen, Sevilla, El Carro de la Nieve, 1991.
[4] “El equilibrio neoplatónico de clara raíz renacentista es el modelo perfecto para sus intentos por explicar (y equilibrar) un proceso histórico problemático que el Inca sintió como parte integrante de su identidad. Con esa traducción, Garcilaso estaba reconstruyendo un sentido intelectual para la Historia y para su propia historia. La teoría del amor como fuerza cósmica unitiva le permite configurar una reinterpretación neoplatónica de la conquista del Perú en términos que rebasan ampliamente lo histórico y se acercan a lo mítico: el descubrimiento y la conquista de América son para él la realización, en el amplio panorama de la Historia, de una unión amorosa entre el Nuevo y el Viejo Mundo; una muestra más del poder reconciliador del amor como fuerza universal. La conquista y el mestizaje resultante (él mismo, por lo tanto) serían el ejemplo evidente de esa unión amorosa universal”. http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/garcilaso/index.shtml
[5] LA FLORIDA DEL INCA. HISTORIA DEL ADELANTADO, HERNANDO DE SOTO, GOVERNADOR , Y CAPITAN GENERAL del Reyno de la Florida, Y DE OTROS HEROICOS CABALLEROS,ESPAÑOLES , E INDIOS. ESCRITA POR EL INCA GARCILASO DE LA VEGA CAPITAN DE SU MAGESTAD , NATURAL de la Gran Ciudad del Cozco CABEÇA DE LOS REINOS, Y PROVINCIAS DEL PERÚ
[6] Fondo Editorial de la PUCP, 2006
[7] Vargas Llosa, Mario, Inca Garcilaso y la lengua general, Letras Libres,1 de enero de 2002, p. 3
[8] Op.Cit.p. 3
[9] El libro fue publicado en la imprenta de Pedro Craasbeck en 1609. La imprenta de Craasbeck, un belga que había emigrado a Lisboa en 1589, era una de las más importantes de toda Europa. Allí se había impreso en 1605 una de las primeras ediciones del Quijote.
[10] Edgar Montiel, La influencia en el pensamiento de la ilustración. La genealogía del Inca Garcilaso, Identidades Nº 94, Lima 03/10/05
[11] De la Riva Agüero, José, Historia del Perú, tesis para el doctorado en Letras, Lima, 1910
[12] Comentarios, capítulo XXVI
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