domingo, 24 de octubre de 2010

Rescate fantástico

Cientos de millones de personas, durante setenta días, tuvieron los ojos –y el corazón- puestos en Chile. La historia de la odisea de los treinta y tres mineros desaparecidos, atrapados en la mina de San José y exitosamente rescatados, tuvo en vilo a todo el mundo todo el tiempo que duró.

El rescate fue un tremendo éxito del gobierno del Presidente Piñera, pues se realizó con eficiencia, destreza y pulcritud. No se escatimaron esfuerzos y todo salió como estaba planeado.

Desde que comenzó la operación seguí paso a paso su desarrollo, como tantísimas personas. Y me emocioné no sólo porque estaban vivos y bien, sino porque más allá de esos hechos felices, el rescate me hizo recuperar la fe en la Humanidad. No es fácil tener fe en la Humanidad en estos días. Menos en una situación como la que vivimos en Venezuela.

Sí, sentí mi fe recuperada por el compañerismo que demostraron esos hombres. Por la entereza de carácter que tuvieron en todo momento. Porque entendieron que debían deponer cualquier atisbo de egoísmo si querían salir con bien del trance.

Sentí mi fe recuperada cuando vi al Presidente Piñera manifestar oportunamente angustia, esperanza y alegría. Sentí mi fe recuperada por su humildad, su liderazgo y su discreción. Me encantó ver que se comportaba como el jefe de todos los chilenos, y no sólo de un sector del país. Que no basó el rescate en las creencias políticas de nadie.

Sentí mi fe recuperada al ver la convicción inquebrantable de esos mineros, de sus familias y del pueblo chileno en que todo saldría bien.

Sentí mi fe recuperada al ver las manifestaciones de amor de los mineros y sus familiares. Qué hermoso es atestiguar que la gente se quiere. Y aunque sé que algunas promesas se hicieron por la coyuntura y la intensidad de la experiencia, estoy segura de que los lazos de cariño se afianzaron y se magnificaron.

Sentí me fe recuperada por la mística del equipo de trabajo. Por su tesón y entusiasmo. Porque fueron incansables hasta que rescataron al último de los mineros y enarbolaron su pancarta “¡Misión cumplida!”

Y sentí mi fe recuperada por algo tan hermoso como que todas las personas de buena voluntad alrededor del mundo se unieran en el único deseo de que hubiera un final feliz para personas que jamás en su vida habían visto. 

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