domingo, 30 de mayo de 2010

El fondo no tiene fondo


El presidente de la Comisión de Finanzas de la AN, diputado Ricardo Sanguino, dijo la semana pasada que “la productividad del país tocó fondo en el primer trimestre de este año”.

¿Será verdad que el diputado cree eso? Me cuesta digerirlo, pues si algo deberíamos haber aprendido los venezolanos es que siempre podemos estar peor.

En 1974 creímos haber tocado fondo cuando se reanudaran las relaciones con Cuba, en abierta oposición a la doctrina Betancourt. Hoy entregamos en bandeja de plata (¿o debiera decir “en bandeja de petróleo”?) el país entero a los cubanos.

Creímos haber tocado fondo cuando en nuestra Venezuela Saudita la millonada de dólares que nos entraba era malgastada sin control. Agarre hoy el presupuesto de cualquier institución gubernamental y después opine.
En 1978, cuando  Luis Herrera Campíns preguntó que dónde estaban los reales, creímos haber tocado fondo al saber que se habían esfumado. Hoy las demostraciones de riqueza de la mayoría de los altos –y no tan altos- jerarcas del régimen “de los pobres” están descaradamente a la vista de todos.  

En 1978 creíamos haber tocado fondo cuando supimos del sobreprecio del “Sierra Nevada”, que creímos la peor corrupción en la historia del país. Hoy cualquier maletín deja pálidas las cifras del barco frigorífico.

Ese mismo año pensábamos haber tocado fondo con un presidente como Carlos Andrés Pérez. Hoy millones de quienes pensamos eso sabemos cuán equivocados estábamos.

En 1988 creímos haber tocado fondo por la vergüenza de que en Venezuela mandaba la amante del presidente. Hoy deberíamos sentirnos abochornados de que nos mande un cubano.

Creímos también haber tocado fondo por lo que Francisco Kerdel bautizó como “la diáspora del talento”. Hoy, más de la mitad de los jóvenes de todos los estratos sociales se quieren ir porque no ven futuro aquí.

En 1996 creímos haber tocado fondo cuando se apresó al astrólogo José Bernardo Gómez por vaticinar la muerte de Rafael Caldera. ¿Qué piensan hoy de la condena a la juez Afiuni?

Y en 1978 creímos haber tocado fondo con cifras que superaban los 4 mil homicidios al año. En 2009 sobrepasamos los 13 mil.

Por haber creído que habíamos tocado fondo, Chávez es presidente.

Diputado Sanguino: el fondo no tiene fondo.

Entrevista en El Aragueño 30 de mayo de 2010

Artes y Espectáculos Lectura:


“Los 7 Encuentros busca reforzar el amor en los niños"

30-05-2010

Eilyn C. Torres
etorres@elaragueno.com

Carolina Jaimes Branger presentando su cuento

Desde el pasado jueves, en las instalaciones de la Universidad de Carabobo (UC), en La Morita, se inició el Encuentro de Niños Lectores de Aragua, con la participación de niños y adolescentes provenientes de planteles de los 18 municipios de la entidad.
El evento, que inició desde tempranas horas de la mañana, contó con la participación de especialistas en cátedras de Castellano y Literatura y docentes especializados de la UC.
Para la actividad fue seleccionado el cuento denominado “Los 7 Encuentros”, de la conocida articulista y locutora Carolina Jaimes Branger, obra infantil que busca rescatar valores como la justicia, la amistad, el amor y la libertad.


El cuento
Los 7 Encuentros relata la historia de Andrés, de 11 años, quien luego de sentirse solo por la partida de su mejor amiguito y compañero de juegos hacia otro país, se traslada en sueños a una serie de lugares mágicos donde conoce a Tina, proveniente de Noabit, una niña especial con quien forjará una amistad a toda prueba.

La autora
Para compartir con los niños participantes en la actividad, Carolina Jaimes Branger fue la invitada especial del encuentro, quien conversó con los más pequeños sobre el significado de la obra y contó a El Aragüeño la experiencia vivida con esta historia y el motivo de su inspiración.


¿Qué significó para usted que Los 7 Encuentros fuese seleccionado como el libro que debían leer los niños que participarán en el Encuentro de los Niños Lectores de Aragua?


-Para mí fue un honor. Yo, como escritora, lo que quiero es que mi cuento se lea y se divulgue, ¡y qué mejor divulgación que a través del Encuentro de Niños Lectores! Quiero darle unas muy sentidas gracias a la Fundación Solintex, que compró los cuentos y se los obsequió a los niños participantes, en particular a su presidente, mi amiga María Cristina de Angulo. A ella le gustó el cuento desde que lo leyó y lo ha impulsado para que su mensaje de amor y esperanza llegue a todos. También al Instituto de Educación Integral, organizador y anfitrión del evento, en particular a mi querida y admirada profesora Luisa Teresa Lanz de León.


¿En qué consistió específicamente su participación en el encuentro? ¿Interactuó con los pequeños lectores? ¿Realizaron algún tipo de debate, alguna dinámica?


-Fue una tertulia donde los niños me hicieron preguntas sobre el cuento. Es algo que estuve esperando con mucha expectativa y alegría, pues ya en Maracaibo tuve una experiencia semejante con los niños del segundo grado del Colegio Bellas Artes y fue increíble. Las preguntas y las reflexiones de esos muchachitos fueron inteligentes, profundas, llenas de humanidad.

¿Cuál es el mensaje que con “Los 7 Encuentros”, quisiera dejar a sus lectores, sobre todo a los más pequeños?

-El mensaje es para todos los lectores, sin diferencia de edad. Es llamarles la atención sobre esas personas que llamamos “especiales”, para que se den cuenta de que están ahí, que son parte de nuestra sociedad, que pueden ser tan amigos como cualquier otro amigo, que necesitan comprensión y no lástima; compañía y no indiferencia.

A lo largo de su desarrollo, “Los 7 Encuentros” refleja un interesante paseo por valores como el amor, la amistad, la tolerancia, el respeto, la libertad, la justicia, ¿cuál de estos cree que deben ser reforzados en la juventud venezolana, sobre todo en los niños?

-¡Todos! No quiero pensar en uno en vez del otro. Pero si me pusieras a escoger uno, te diría que el amor. Si uno actúa con amor y por amor, todo lo demás viene por añadidura. Si un niño crece sin amor, aprenderá los antivalores: Odio, envidia, rabia, resentimiento… y una sociedad que crece así va camino a su destrucción.
Además, quien inspira al personaje de Andrés, el protagonista, es un joven que se llama Davide Bombonato y que de niño vivió en Maracay. Él fue el mejor amigo de mi hija Tuti, protagonista del cuento. Nunca la sintió distinta. Y Davide era el mejor estudiante de su salón, el mejor deportista, un niño aventajado en todo. Y la trató a ella con inmenso amor: La invitaba a jugar, a verlo jugar fútbol, a tomar capuccino... El amor, como dice San Pablo, todo lo puede.

          Carolina Greaves Jaimes (Tina) y Davide Bombonato (Andrés)

¿Se han perdido estos valores en la sociedad venezolana? ¿Se busca rescatarlos en los más pequeños de la casa a través de la lectura de este libro?


-La verdad es que a la luz de las cosas que están pasando, me he preguntado muchas veces si alguna vez tuvimos valores bien arraigados y te confieso que para esa pregunta no tengo respuesta. Sí, el fin del cuento no sólo es llamar la atención sobre las personas discapacitadas, sino servir de vehículo para divulgar la importancia y universalidad de los valores.

Las ilustraciones del texto también le otorgan cierto aire mágico y aparte del mensaje, son quizá esos dibujos parte del gancho para el interés infantil. ¿Cómo logra que Domingo Oropeza Bello participe en su libro con las ilustraciones?

-La mitad del crédito del cuento hay que dárselo a Domingo. Él es un verdadero genio. Yo lo conocí porque estuvimos juntos en la Comunidad de Padres y Representantes del colegio de nuestros hijos, el Instituto de Educación Integral. Me impresionó desde que lo conocí por su inteligencia, su decencia y su bondad. Se fajaba con los muchachos a darles clases de arte. Recuerdo sus jornadas de arte efímero. Más tarde, cuando El Universal decidió publicar mi libro “El Anclaje del Subdesarrollo”, le pedí a Domingo que hiciera las ilustraciones. Fueron todo un éxito. Cuando escribí el cuento se lo mandé de inmediato. Sabía que nadie lo ilustraría como él. Y ahora estamos trabajando juntos de nuevo en dos libros que saldrán este año.

En la presentación de la primera edición de su libro, el embajador Román Mayorga sugirió que al igual que en otros libros como “El Principito”, el texto lleva implícito una carta de amor... Sabemos que la historia parte de una experiencia personal, pero en vista de que el libro ahora es leído por una inmensa cantidad de niños y niñas ¿A quién le escribe hoy Carolina Jaimes Branger esa carta? ¿A quién se la dedica?


-La protagonista del cuento, Tina, es mi hija Carolina, a quien todos conocen como Tuti. Y mi cuento es la carta de amor más bella que he escrito en mi vida, pues es mi mensaje al mundo como mamá de una niña especial. Si yo no hubiera escrito ni una línea más después de que terminé el cuento, me hubiera sentido satisfecha. Es una carta para mi hija, pero también es para todos los lectores.

El cuento, sin embargo, está dedicado a Luis Alberto Machado, quien ha sido un apoyo invalorable en el transitar de Tuti por la vida. Y en el mío también.

¿Ha sido difícil el transitar por ese camino de quien descubre la experiencia que implica vivir con un niño especial?

-Nadie se imagina por lo que uno pasa. Son angustias, diagnósticos errados, diagnósticos ciertos que nos cambian la vida, frustraciones, esperas. Pero a la vez, es tener un ángel en la casa. Todos los pequeños triunfos de Tuti han sido fuentes gigantescas de felicidad para mí, pues sé de primera mano cuánto esfuerzo, cuánto trabajo y cuánta constancia hay en ellos. Ella me ha hecho mejor ser humano y me ha llenado de felicidad.

A pesar de los avances que en materia jurídica se han logrado para brindar bienestar y protección a los niños especiales, ¿considera que existe aún discriminación hacia los niños especiales? según su criterio, ¿empieza por casa esta discriminación?

-El asunto de las personas especiales es un tema de ruptura de paradigmas. Todos, de una u otra manera tenemos una persona especial cerca. Analízalo para que veas que es verdad. Tal vez no es una hija, como en mi caso, pero puede ser el hijo de unos vecinos, la hija de unos amigos, el hermano de un compañero de trabajo. Pero no sabemos cómo lidiar con ellos, porque han sido etiquetados como “distintos”. Eso te explica que una señora que le sientan al lado en una piñata a un niño con Síndrome de Down, por ejemplo, opte por voltear al otro lado, como si no existiera. Si le preguntaras por qué lo ignora, te diría probablemente “es que no sé qué decirle”. ¡Y tendría que decirle lo mismo que a un niño “normal”!: “¿Cómo estás? ¿la estás pasando bien?”
Desgraciadamente la discriminación empieza por las casas. Por las de los niños especiales, porque hay casos, (no todos, por supuesto), en los que los padres se sienten avergonzados de sus hijos. Y en las casas de los demás, que como la señora del ejemplo de la piñata, no saben cómo tratarlos.

¿Cuál, según su criterio, debe ser el papel de los padres a la hora de educar y convivir con un niño especial?

-Yo creo que es muy difícil tener un criterio único, porque el rango de la “especialidad” es muy variado. Los niños con Down, por ejemplo, son súper sociables. La mayoría de los autistas no. En mi experiencia, me sirvió tratar a Tuti igual que a sus hermanas. Y aprendí también –me lo enseñó una maestra a quien ella quiso muchísimo, Mariamparo Álvarez de Guzmán- que yo soy su mamá porque la mejor mamá que ella puede tener soy yo.

¿Cómo ve el sistema educativo venezolano de cara a la atención a personas con discapacidad?

-Creo que deberían dejarse los colegios especiales para casos críticos. Los demás niños deberían integrarse a la escolaridad regular. Pero el sistema educativo venezolano no está preparado todavía para la integración de niños especiales. La integración no es un decreto, es un proceso largo de preparación y adaptación. Requiere de un tren de especialistas, de sensibilización de los demás alumnos y sus padres. Y esto no se logra de la noche a la mañana.

Y fuera de la participación del Estado ¿cómo debe ser el proceder de la familia que tiene en su seno un niño especial?

-La familia debe procurar que su niño especial lleve la mejor calidad de vida, pero vigilando que eso no vaya en detrimento de la calidad de vida de los demás. Hay que pedir ayuda a quienes pueden darla. Aquí en Maracay funcionan varios organismos, puedo nombrarte a Fundava, que con todo amor ayudan a quienes lo necesitan. Y el Estado tiene instituciones como el Conapdis que está llevando a cabo una labor maravillosa.

Tenemos entendido que suele escribir con cierta celeridad ¿Cómo fue su experiencia con “Los 7 Encuentros”, fue una idea que se maduró con el tiempo o la inspiración surgió de un momento a otro?


-Yo escribo muy rápido, es verdad. Pero este cuento me tomó ocho años. Surgió de un paseo al oeste del estado Carabobo, que fue bellísimo. Todo giró alrededor de Tuti. La gente fue súper especial con ella. Al regresar yo les escribí una carta larga a mis dos otras hijas que estaban en un campamento en los Estados Unidos, y mi hija Irene me respondió: “¡Qué lindo, mami!, ¿por qué no escribes un cuento?”. Cuando decidí que lo escribiría, me propuse a escribir “el cuento”. Por lo menos “el cuento” de mi vida. Y creo que lo logré. Cuando sentí que ya no podía agregar o borrar ni una coma, se lo mandé a mi amigo, el escritor Atanasio Alegre, y él me llamó con la voz entrecortada por las lágrimas y me dijo: “¡Qué cuento tan bellísimo!”. Ahí supe que estaba listo. Estoy imprimiendo la sexta edición, son más de 10 mil ejemplares vendidos.

  Irene Greaves Jaimes, Carolina Jaimes Branger y Carolina Greaves Jaimes en el bautizo del cuento en Books and Books de Coral Gables

¿Leeremos otro libro de Carolina Jaimes Branger sobre esta temática?

-No sé si sobre esta temática de los niños especiales en particular, pero definitivamente sí en literatura infantil.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Burundanga?

La primera acepción del DRAE para la palabra "candanga" es "diablo". Pero aquí en Venezuela "candanga" es algo que está que arde, que es un problemón, que es difícil. El nombre, entonces, no pudo estar mejor escogido para el estreno del presidente en Twitter.

Digan lo que digan, la situación por la que atraviesa el país es muy tensa, muy inestable y muy, muy delicada. El acelerón del comunismo no está dando los resultados que el Gobierno esperaba y como siempre hacen, buscan echarle la culpa a los mismos de siempre: los americanos (OF COURSE!), los burgueses (no los boliburgueses), los gobernadores y alcaldes de oposición (que lo que quieren es real, cuando deberían pedir qué ¿chipichipis?), las ONG's (para descalificar denuncias como las de Rocío San Miguel y Franklin Brito), los escuálidos (todo el que protesta) y siga usted la lista, amigo lector. El Gobierno no asume -y por el camino que va jamás asumirá- ni su incompetencia ni su ineficiencia y mucho menos su rotundo fracaso. Por cada acierto tiene mil desaciertos: así no puede marchar un país.

Como no pueden poner nada a funcionar, expropian. Pero expropiar no resuelve el problema de productividad. ¿Qué ha sido de Cemex? ¿De las empresas de la Costa Oriental? ¿Del Hipermercado Éxito? ¿De Sidor, Alcasa, Venalum, Cantv? ¿De todos los hatos productivos que han tomado? Cuando lo que expropian -o toman por la fuerza- no funciona, importan. Para importar necesitan dólares (sí, de esos que la diputada Varela cree que no se necesitan si uno vive en Venezuela). De ésos se van millones al día, no necesariamente a través de las casas de bolsa, sino en maletines en aviones oficiales donde, si se descubren, no pasa nada.

Es tanta la ineptitud que en once años no pudieron procurarles a los niños de Nirgua una piscina para que pudieran bañarse, ni un lugar bonito donde pudieran jugar, y terminaron robándole la finca a Diego Arria. Paséese por Nirgua y sus alrededores para que vea el montón de terrenos donde hubieran podido montar un lugar como La Carolina... Pero es probable que ellos no pertenezcan a alguien que el régimen considere enemigo.

Vivimos en un país candanga, sin duda. Y no pasa nada. Es como si a la población y las instituciones les hubieran echado somnífero... ¿Burundanga?

lunes, 17 de mayo de 2010

Las dos Iglesias

Como católica me he sentido profundamente abatida por los escándalos de pedofilia en el seno de la Iglesia Católica. La pedofilia es un crimen y quienes la practican deberían estar presos, no tapareados o enviados a otro lugar donde puedan volver a cometer sus aberrantes actos.

Por más que lo pienso no entiendo cómo miembros de la alta jerarquía eclesiástica no tomaron las decisiones que debían tomar en el momento en que debieron tomarlas. ¿No resulta obvio que había que detener a los pedófilos y entregarlos a la justicia? ¿Cuáles fueron los criterios que permitieron que esos abusos se siguieran cometiendo? Porque se siguieron cometiendo y en un número importante de casos los pervertidos eran los mismos. El Arzobispo de Boston, Bernard Cardenal Law, fue el primer alto jerarca forzado a renunciar luego de que el Boston Globe divulgó las denuncias de abusos de las que el cardenal había tenido conocimiento y optó por encubrir. Muchos sacerdotes católicos presionaron para que renunciara.

Tampoco encuentro explicación de por qué el Papa Benedicto XVI le dio tantas largas al asunto. No quiero pensar que también trató de esconderlo.

Y es que parece que hubiera dos iglesias. Una es la Iglesia Católica en la que creo, la de miles de religiosos buenos, nobles, comprometidos, generosos, que han dedicado sus vidas a ayudar a otros en nombre de Cristo y a llevar el mandamiento de amarse los unos a los otros hasta donde nunca antes ha llegado. La otra, la que ni siquiera quiero llamar “iglesia”, la de unos centenares de pervertidos, una minoría, ciertamente, pero que ha causado un daño exponencial.

Y estoy segura de que ese daño ha sido mayor por haber escondido los hechos… Hay más justos que pecadores en esta historia, pero esos justos están pagando por culpas que no son suyas. Deseable hubiera sido que la misma Iglesia hubiera investigado las denuncias, expuesto a los culpables y entregado a la justicia de cada país. El hábito definitivamente no hace al monje y la sotana no puede ser una patente de corso para delinquir.

Como católica exijo acciones concretas que detengan de una vez y para siempre estos horrores que nada tienen que ver con la doctrina, el mensaje de amor de Cristo y los miles de sacerdotes que sí han vivido de acuerdo a ellos.

Gilberto

La primera vez que Gilberto vino a Venezuela tenía dieciséis años. Apenas nos montamos en el carro para subir a Caracas me preguntó cuál era el límite de velocidad:

- En realidad, aquí no hay tal cosa como límite de velocidad – le respondí.

- ¿No hay? ¿Y cuál es la edad mínima para tomar licor?- preguntó de inmediato.

- Tampoco hay una edad mínima para tomar…

Arrobado, soltó un “¡yesss!” acompañado de una seña de triunfo.

Cuando ya había cumplido dieciocho años regresó. Al día siguiente de haber llegado me pidió que lo llevara a comprarse un zarcillo.

- Mi mamá sabe… mi papá no, no le gusta – me dijo.

Ya para entonces manejaba y no había cosa que le gustara más que pasar en rojo un semáforo cercano a mi casa que nadie respetaba. Eso le producía un placer orgásmico. Pasaba el día entero subiendo y bajando. Se ofrecía de voluntario para hacer cualquier diligencia. Y si la luz estaba verde, esperaba que se pusiera roja para entonces pasar.

- ¿Sabes cuántas veces pasé hoy el semáforo en rojo?- me decía.

- ¿Cuántas?

- Doooce – y cerraba los ojos mientras arrastraba la cifra.

Cuando lo llevé al aeropuerto al fin de las vacaciones le advertí que se quitara el zarcillo. Me aseguró que se lo quitaría tan pronto estuviera “de vuelta a la vida real”, que no era otra cosa que pisar suelo estadounidense. Me abrazó y juró volver muy, muy pronto.

- Siempre supe que había nacido en el lugar equivocado- fue su despedida.

Y yo me quedé pensando cuál era el “lugar equivocado”.

lunes, 10 de mayo de 2010

Chávez no tiene amigos

Chávez no tiene amigos

El Presidente de la República está solo, no me queda duda. Solo, a pesar de su inmenso poder. Solo, a pesar de su abultada chequera. Solo, a pesar de su nada despreciable legión de seguidores.

Y es que no puede ser de otra manera: si tuviera amigos, aunque fueran uno o dos, ya éstos le hubieran dicho algunas verdades que podrían evitar que nuestro país siga desangrándose en manos del hampa rampante, con muy deficientes servicios básicos, las arcas públicas saqueadas, eventualmente envuelto en una guerra entre hermanos, pasando por las penurias de depender de una libreta de racionamiento, con las industrias (privadas y públicas) destrozadas y las tierras, antes productivas, ahora desoladas.

No es posible que entre tanta gente que se sienta a aplaudir todas las cosas que se le ocurren al Presidente, no haya uno siquiera que le tenga el suficiente cariño para decirle que estamos caminando en contra de la historia, que él podría haber sido un líder que llevara al país hacia la prosperidad, y no por el seguro camino que lleva hacia la ruina ¿No hay un alma caritativa no sólo con él, sino con Venezuela, que le diga que aún está a tiempo de cambiar su manera de ser y proceder?

Porque un amigo es alguien que escogemos por lo que nos dice, no por lo que calla cuando tiene que hablar. Un amigo, simplemente por ser amigo, está obligado a aplaudir nuestros triunfos, pero también a llamarnos la atención sobre nuestros errores. Un amigo tiene el deber de criticarnos, no de guardar silencios cómplices. El deber de apelar a nuestra razón y a nuestros sentimientos, no de asentir sobre lo que no está de acuerdo.

Un amigo tiene que decir la verdad aunque duela, porque tiene que dolerle aún más la mentira. Un amigo –aún a riesgo de que se pierda la amistad- no debe avalar y menos actuar si eso significa ir en contra de sus convicciones.

Por esto estoy tan segura de que el Presidente Chávez está sólo. ¡Qué triste, cuán contradictorio y qué irónico resulta que lo que deberían decirle sus amigos se lo decimos quienes considera sus enemigos y por eso no lo cree!

De cualquier manera va el llamado para quienes le tengan afecto al Presidente: atrévanse a hablarle. Si no lo hacen, la Patria, más temprano que tarde se los demandará. De eso no les quepa la menor duda.

domingo, 9 de mayo de 2010

La historia más increíble del Tío Pachito

Tío Pachito tuvo una vida maravillosa y llena de aventuras a pesar de que era quebradito – nos contaba Tía Natalia – Se le cayó de los brazos a su nana siendo apenas un bebé.

Él fue el primero de la familia en llegar al Mar Muerto, un nombre que a mis hermanos y a mí nos sonaba horrible. ¿Puede morirse un mar? Se muere la gente, se mueren los animales y las plantas…

Pero Tía Natalia no estaba interesada en entrar en disquisiciones sobre la muerte de ese mar, ni nada parecido. Tenía que aprovechar el interés de su pequeña audiencia para contar la historia más increíble de todas las historias de Tío Pachito:

- Tío Pachito descubrió que en el Mar Muerto hay sirenas: él las vio.

- ¡Sirenas! – suspiramos.

- Y no son bellas como la gente cree, son feas y malas.

¡Nosotros no queríamos que las sirenas fueran ni feas ni malas!

- Y hediondas… las sirenas huelen mal – aseguraba Tía Natalia con propiedad.

¿Qué clase de sirenas eran ésas?

- Ellas trataron de matar a Tío Pachito, porque no quieren que la gente se entere de que están en el Mar Muerto.

- ¿Y por qué no se esconden?

- Porque flotan, en el Mar Muerto todo flota. No se pueden esconder.

Desde ese día, las sirenas de Tío Pachito ocuparon un lugar importante en mis miedos nocturnos.

- ¡Las sirenas no existen! – en vano argumentaba mi mamá.

Hace un par de meses, recordé con afecto a Tía Natalia y sus historias del Tío Pachito, cuando -más de cien años después- me convertí en la segunda de la familia en llegar al Mar Muerto.

lunes, 3 de mayo de 2010

Vivaldi en las cárceles

Los detractores de la globalización no se dan cuenta de que ésta es indetenible. Y en el plano de las comunicaciones, aún más. Poseer un teléfono celular, acceso a Internet y estar suscrito al Twitter es tener el mundo en las manos. La inmediatez de las noticias acabó con las distancias.

El 4 de abril de 2010 en la edición de Nueva York del New York Times, salió un extenso artículo sobre la juez María Lourdes Afiuni. Quienes aquí todavía creen que los lobbies internacionales tapan toda clase de marramuncias, deberían leerlo: es de una claridad meridiana sobre la situación de la justicia en Venezuela. Aunque está dedicado a la juez María Lourdes Afiuni -arrestada luego de que el Presidente Chávez, absolutamente fuera de sí con una decisión que ella tomó, dijo públicamente que Simón Bolívar “la hubiese fusilado”, entre otros epítetos- el artículo también menciona los casos del General Baduel, Franklin Brito y Oswaldo Álvarez Paz.
El caso de la juez Afiuni le ha dado la vuelta al mundo ya varias veces, y ha recibido la condena de cuerpos colegiados. El más reciente del que he tenido noticia es de la Federación de Magistrados Argentinos, que fue distribuido en las Embajadas y organismos competentes en esa nación.

Muchas veces me he preguntado en qué se nos ha convertido el país. Siento que no pertenezco a un país en donde hay tanto odio, tanta inseguridad, tanta mediocridad, tanta hipocresía, tanta corrupción. En un país donde cada noche que uno pone su cabeza en la almohada siente que sobrevivió un día más. ¿Qué calidad de vida es esa? Y la idea de emigrar me da vueltas cada vez con más frecuencia. Si mis bisabuelos que vinieron de Italia y Francia pudieron, y mucho antes los que vinieron de España, ¿por qué yo no?

Estos pensamientos me impulsan cada vez más a buscar razones que me digan, “sí, debo quedarme”. El Sistema de Orquestas es una de esas razones. La maravillosa obra de José Antonio Abreu me da las esperanzas que necesito para seguir.

Por eso cuando leí en el artículo del New York Times que la juez Afiuni, un día en que se sentía particularmente desesperada (está recluida con mujeres que ella sentenció a prisión por drogas y asesinatos), recobró las esperanzas cuando escuchó a la Orquesta Penitenciaria tocando música de Vivaldi, yo también recobré las mías. Si Vivaldi está en las cárceles, nuestro país tiene remedio.

Gumersindo

Fue ese día cuando me di cuenta de por qué causaban tanto estupor las cosas que hacía Gumersindo, el jardinero de casa de mi abuela. Para mis hermanos y yo era normal, por ejemplo, que Gumersindo matara un gusano, lo triturara y enterrara sus despojitos al pie de la mata de amapola, y que al día siguiente amanecieran muertos todos los demás gusanos que vivían en la mata, como una gran y peluda alfombra verde, negra, anaranjada y marrón.

Aquella tarde hacía un calor inusual. Acabábamos de almorzar y salimos con pesadez al jardín. Allí estaba Jaime, el taxista que siempre buscaba a mi Tío Pedro. Buscamos sombra en la glorieta de la pila. Un “chiss, chiss, chiss” nos llamó la atención: una culebra cascabel, armada y lista para atacar, estaba frente a nosotros. “No se muevan”, susurró Jaime.

En ese instante apareció Gumersindo. Su presencia nos calmó. Estiró el brazo con el que sostenía la escoba que siempre lo acompañaba y se quedó viendo fijamente a la culebra. La cabeza de ésta comenzó a temblar. La lengua, segundos antes erecta, quedó colgando. Luego le tembló todo el cuerpo. El “chiss, chiss, chiss” ahora sonaba más rápido. ¡Chiss, chiss, chiss, chiss, chiss, chiss!

Finalmente cayó muerta. Nosotros celebramos con alborozo. Pero Jaime, el pobre, estaba espantado. Se echó agua en la cara, balbuceó algo que no entendimos, se montó en el carro y salió en retroceso a toda velocidad. No supimos más de él. No regresó ni a cobrar.