lunes, 27 de diciembre de 2010

Para mandar a Ganímedes

Todos los años y en esta misma época, escribo un artículo en el que imito la sana costumbre que tienen los italianos de botar por la ventana todo lo que no les sirve el último día del año, para comenzar el año con la casa limpia. Pero aquí no ha sido suficiente botar por la ventana las cosas de las que quiero deshacerme, pues han vuelto a entrar a la casa de alguna manera. Por eso este año, en vez de botarlas por la ventana, las voy a mandar a Ganímedes. 

De manera que para Ganímedes se van: todos los dictadores, caudillos, autócratas, déspotas y tiranos y a todos sus cómplices, felicitadores, secuaces y colaboradores. Y sus focas también. 

Los legisladores que elaboran y aprueban leyes anticonstitucionales, que no solo cercenan derechos y libertades, sino que también van en contra de la voluntad de la mayoría expresada en elecciones populares. 

Para Ganímedes también van las leyes redactadas y aprobadas por ellos, y los sistemas "blindados" de cualquier atisbo de disidencia. 

Los jueces que en el estilo de los "juristas del horror" de la Alemania de Hitler, proveen el marco "legal" que sustenta lo que es insostenible en países civilizados. Los fiscales que echan mano de subterfugios ilegales de toda ilegalidad. Los contralores que son cómplices de marramuncias y sinvergüenzuras. Los sistemas electorales en los que la mayoría de votos eligen la minoría de representantes. 

Quiero que se vayan -si es posible aún más lejos de Ganímedes- los asesinos, sicarios y mafiosos. También los traficantes de niños, de drogas y de armas. La habladora de pistoladas, la incontinencia verbal, las cadenas presidenciales. Las mentiras, las manipulaciones, las hipocresías. 

Todos los que se han enriquecido robando, haciendo negocios sucios y lavando dinero. A los responsables de los containers podridos y a quienes no han hecho nada por averiguar y castigar. Quienes en vez de construir, destruyen. Quienes creen que la única manera de igualar es igualando para abajo. Quienes quieren imponernos un solo pensamiento, una sola doctrina, un solo líder. 

Si hay vida en Ganímedes pido perdón por anticipado. Estoy asumiendo que es un desierto más desierto que la Luna. Menos cerca para que les cueste volver. No tan lejos para que regresen cuando vayan a ser juzgados. 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Querido Niño Jesús:

Como te habrás dado cuenta, soy una persona muy perseverante. Más que perseverante, terca: tú ni me has traído ni te has llevado nada de lo que te he pedido estos últimos doce años, y sin embargo aquí estoy, con mi fe intacta en que una de estas Navidades me harás caso. Por eso, aquí está mi carta del 2010.

Tráenos paz, Niño Jesús. Que no sea motivo de angustia que los nuestros salgan a la calle. Que podamos hacer la vida tranquila que llevan millones de personas en otras partes del mundo y la que llevábamos los venezolanos en tiempos que ahora nos parecen remotos. 

Tráenos respeto, Niño Jesús. Respeto entre compatriotas. Respeto para todos los puntos de vista. Respeto a la propiedad privada, al trabajo y a la libre empresa. Respeto a las aspiraciones de superación. Respeto al acceso a toda clase de información, analizada desde los más variados puntos de vista y derecho a escoger la que nos parezca creíble y confiable. Respeto a nuestra privacidad. Respeto a nuestras creencias. 

Tráenos sindéresis, Niño Jesús. Ya está bueno de esta locura de tener un país al revés, con un Gobierno en el que el disparate es la norma, con el abuso presente en la gran mayoría de sus acciones, donde la mentira es reina, la hipocresía hace de las suyas y la desfachatez y el caradurismo son ilimitados. Ojalá que alguno de los suyos sea capaz de decirle al Presidente de la República que está transitando un camino fracasado en el mundo, que un país no se construye con políticas improvisadas, con intenciones pérfidas o acciones inspiradas por el odio. 

Tráenos excelencia, Niño Jesús. Que las escuelas y liceos se llenen de buenos maestros. Que los hospitales no se caigan a pedazos. Que todos los pacientes reciban atención de calidad y a tiempo. Que las instituciones públicas se llenen de tecnócratas, de profesionales, de expertos. Que los cuerpos de seguridad velen por la seguridad de todos. Y que esos maestros, médicos y policías tengan sueldos que les permitan llevar una vida cómoda, holgada y no que tengan que buscar rebusques por otras partes... o por otros medios. 

Tráenos paciencia, Niño Jesús. Paciencia para no rendirnos, para no desesperanzarnos, para resistir. 

Tráenos fuerza para hacer de esta pésima experiencia un aprendizaje. 

Y con carácter de urgencia, tráenos corazón para reencontrarnos. 

lunes, 13 de diciembre de 2010

El vestido de novia

Hace poco llegó a mi correo una historia maravillosa. Una historia de cómo un joven judío enamorado, Ludwig Friedman, se las arregló para que Lilly Lax, su novia, tuviera su vestido de novia para casarse... en un campo de concentración.

La historia en cuestión, escrita por Helen Zegerman Schwimmer y publicada en cientos de páginas web, narra cómo Friedman, quien trabajaba en un centro de distribución de alimentos en el campo de Bergen Belsen, situado en Celle, territorio de la Baja Sajonia en Alemania, le cambió a un piloto alemán su paracaídas inusable por dos libras de café, dos cajetillas de cigarrillos y un paquete de granos (un tesoro para cualquiera durante aquellos años) para que una costurera del campo cosiera durante noches para transformar el paracaídas en un vestido de novia. 

Schwimmer discurre sobre lo frívolo que podía parecer que alguien, en medio de la penuria, pudiera desear un vestido de novia... Pero ella misma se responde que el vestido de novia era el símbolo de la vida normal e inocente que Lilly había llevado con sus padres y hermanos -antes de que los nazis los llevaran a los campos de concentración y de exterminio- y la que deseaba volver a vivir. 

Y es natural que en las peores circunstancias los seres humanos recurran a cualquier medio que tengan a mano para sobrevivir. El siquiatra Viktor Frankl, sobreviviente de Auschwitz, lo describió muy bien en su libro "El hombre en busca de sentido", donde expone que "aun en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre es capaz de encontrar una razón para vivir". Los recuerdos, las vivencias, los proyectos... En el caso de Lilly Lax, Ludwig Friedman y quienes supieron de su historia de amor, la dimensión espiritual que necesitaban para seguir adelante se materializó en un vestido de novia hecho amorosamente con la tela de un paracaídas. 

Los venezolanos vivimos a diario situaciones de tristeza, terror, zozobra, incertidumbre, abusos, atropellos... Supuestamente tenemos democracia, somos gente libre y no estamos en guerra. 

¿De qué "traje de novia", aunque sea hecho con la tela de un paracaídas que no sirve ya, echaremos mano para levantar el vuelo sobre esta enojosa situación que vivimos todos los días en nuestra adolorida Venezuela? 

Prepotencia

Una de las actitudes más perniciosas en los mandatarios es la prepotencia. El creerse más poderoso que otros y alardear y abusar del poder, ha producido un efecto devastador en la gran mayoría de los casos. Alguien que se cree infalible yerra más que el común de sus congéneres, sencillamente porque nadie es infalible. 

Hablo de la prepotencia porque esta semana empezó a rodar nuevamente un video YouTube de un "Aló, Presidente" de hace tres años. Un joven de nombre Nelson Moreno del sector Federico Quiroz de Catia, uno de los más afectados por las lluvias que nos azotan hoy, se quejaba ante el presidente Chávez: 

"De verdad que usted no sabe que le están engañadamente mintiendo (sic) sobre el sector de Federico Quiroz", le dijo. 

"Tú estás diciendo ya que a mí me están engañando. ¿De dónde sacas tú eso?... Ya vienes envenenado, claro... Cuidado si eres tú quien viene engañado", le respondió un airado Chávez. 

Fue hace tres años, pero ha podido ser ayer. La misma historia cada vez que alguien se queja o contradice al Presidente. Chávez no soporta ni la menor crítica. Si tuviera amigos de verdad, lo dije en un artículo hace un tiempo, deberían hacerle ver cuando se equivoca. No aplaudirle las torpezas, las ridiculeces y peor aún, los errores. 

Hay un chiste sobre un avión que lleva al Dalai Lama, a Michael Jordan, a un hippie y a un prepotente. El piloto se asoma en la cabina, y anuncia: 

"Se apagaron los dos motores y nos vamos a estrellar. Desgraciadamente sólo hay cuatro paracaídas y somos cinco. Uno me toca a mí porque soy el piloto". Toma uno de los paracaídas y salta. Michael Jordan toma otro y dice: "soy el mejor deportista del mundo, me tengo que salvar", y también salta. A continuación, el prepotente toma otro paracaídas y dice: "soy el hombre más inteligente del mundo, la humanidad no puede prescindir de mí", y salta. Entonces el Dalai Lama le dice al hippie: "sálvate tú hijo. Yo gustoso doy mi vida por ti". Y el hippie le responde sonriendo: "no se preocupe, amigo. Aquí tenemos dos paracaídas, uno para cada uno". El Dalai Lama se asombra y el hippie le explica: "es que el hombre más inteligente del mundo saltó con mi morral". 

No hay nada más serio que el humor: esas cosas le pasan a la gente prepotente... incluyendo a los que han sido paracaidistas. 

Las vacas podridas

Un amigo mío escribió en el estado de su chat de Gmail "no estamos en la época de las vacas flacas, sino de las vacas podridas". Un ingenioso juego de palabras que refleja una de nuestras más crueles realidades. 

Lo más podrido es que ya ni siquiera nos hiede la podredumbre. Las cosas que suceden en Venezuela en cualquier otro país del mundo hubieran causado severas protestas, levantado airadas quejas y hasta hubieran causado una profunda crisis de gobierno. Pero aquí, la abismal y preocupante mayoría de la población sigue como si nada. 

Los asesinatos a cualquier hora y en cualquier parte, la corrupción rampante y a cielo abierto, los actos abyectos asumidos como actos de heroísmo y premiados con ascensos y prebendas, las solidaridades automáticas, los abusos de todo tipo, los presos políticos, las expropiaciones, las descalificaciones, las mentiras y las ilegalidades son parte de nuestra podrida cotidianidad. 

Que la muerte de un compatriota a manos del hampa desatada e impune no mueva a quienes tienen el deber de garantizar la seguridad de la población, pero que tampoco conmueva a quienes conocen la noticia, sino que la asumen con la misma indiferencia que asumirían el resultado de un partido de cricket en la India, es síntoma de una profunda putrefacción. Y más putrefacto es que los funcionarios del más alto nivel de Gobierno descalifiquen, pretendan ignorar y hasta se rían en pantalla de televisión de las tragedias que aquí ocurren. 

El que hayan dejado podrir -y peor aún, que hayan traído comida podrida o a punto de podrirse- en cientos de miles de containers, con tantos niños y ancianos comiendo por debajo de la ingesta diaria de calorías, y que no haya pasado nada, grita a los cuatro vientos que la pudrición del Gobierno no es superficial. 

Y para la jaladera de mecate no encuentro otro calificativo que purulenta. 

PS: Siempre en esta época del año escribo un artículo para mi querido amigo Ramón J. Velásquez, quien cumple años el 28 de noviembre. Sé que este año el doctor Velásquez me perdonará no haberlo hecho, pero él entiende que estas cosas hay que decirlas y volverlas a decir. No se puede vivir aceptando como normales las cosas que no son normales, porque ese es precisamente el principio de la descomposición. 

La "mesma" del "imperio"

Si usted es de los que creen que las cosas que nos pasan suceden sólo en Venezuela, bájese de la mata. Pueden pasar hasta en el "imperio mesmo". Escribo desde EEUU, con la enorme preocupación de que la sucesora de Obama pudiera ser Sarah Palin. 

Desde las revistas más serias hasta los magazines de farándula, hablan de Palin. Lo mismo sucede en los programas de TV. Y aunque en muchos artículos y programas se burlan de ella, el hecho es que le están haciendo propaganda. "Que hablen de mí, aunque sea bien", decía Oscar Wilde. 

Hay un libro del filósofo español José Antonio Marina que debería ser de obligada lectura y discusión para todos los alumnos de bachillerato del mundo. Se llama"La Inteligencia Fracasada: Teoría y Práctica de la Estupidez". Yo lo leí hace años, cuando Alberto Soria lo citó en uno de sus lúcidos artículos de opinión. 

Sostiene Marina que las causas de la estupidez son el prejuicio, el fanatismo, el dogmatismo y la superstición. Yo no sé si la señora Palin es supersticiosa, pero los otros tres ingredientes sí los tiene. Cuando comento con mis amigos americanos mi preocupación de que ella pueda alzarse con la primera magistratura, todos se ríen: "¡Eso jamás va a pasar aquí!"... 

¿Se acuerdan cuando pensábamos que había cosas que "jamás pasarían" aquí?... Cosas como que un militar de izquierda ganara las elecciones (todavía recuerdo cuando Chávez andaba de liquiliqui morado visitando pueblos en el interior y no llegaba a 2% de popularidad; también recuerdo al "gurú-gana-elecciones" español que en diciembre de 1997 dijo que Irene Sáez podía "acostarse a dormir y levantarse en un año, convertida en presidente de la República, pues era imposible que perdiera con los números que tenía en las encuestas". También pienso en lo enfático que parecíamos al rechazar el comunismo... 

Palin no es comunista, pero es fanática y dogmática. Y eso la hace tan peligrosa como cualquier dictador comunista. Los extremos se tocan. 

Los americanos escogieron a Obama por el descontento que sentían por el desastroso gobierno de Bush. La ciclópea dimensión de la crisis y la falta de decisión de Obama traerán nuevamente a un gobierno republicano, el causante de la crisis. Los venezolanos sabemos mejor que nadie que la Ley de Murphy se cumple. Y que siempre se puede estar peor. 

domingo, 14 de noviembre de 2010

¡Para que no se repita!

China, Tibet, Cambodia, Corea del Norte, Etiopía, Biafra, Afganistán, Ruanda, Timor Oriental, Kurdistán, Yugoslavia, Angola, Uganda, Pakistán, Liberia, Sierra Leona, Burundi, Sudán, República Centroafricana.




El denominador común de todos estos países es el genocidio que en ellos ocurrió… después del genocidio del pueblo judío durante Segunda Guerra Mundial. ¿Será que los seres humanos nunca aprenderemos?



Recientemente vino a Venezuela un ilustre visitante: Daniel Rafecas, Juez Federal de la provincia de Buenos Aires, experto en derechos humanos. Fue orador de orden en la conmemoración de “la noche de los cristales rotos”, pogromo que inició el exterminio sistemático del pueblo judío por parte del régimen nazi.



El juez Rafecas, claro, directo, inteligente, comenzó hablando del propósito de los negacionistas. Un suceso tan documentado como el Holocausto es un obstáculo moral insalvable… ¿cómo negarlo? No es sino una estrategia para instaurar ideologías neonazis.



Luego disertó sobre Auschwitz como un producto de la modernidad, el hijo legítimo de las luces, la perfecta conjugación de artefactos que no existían 150 años antes.



El campo de exterminio, dijo, es el derivado perverso de las cárceles. Es la concepción “fordista” de la producción en cadena para asesinar en masa: trenes cargados de seres humanos, que en dos horas y media quedaban reducidos a una columna de ceniza saliendo por una enorme chimenea.



Auschwitz tampoco hubiera sido posible sin la burocracia. Sin esa larga cadena de funcionarios que procesaron las órdenes de la oficina 4B4 de Berlín, a sabiendas de que cada expediente era una vida que segaban, pero con sus conciencias en paz porque las doctrinas “científicas” que consagraban la superioridad de la raza aria los eximían de culpa. Auschwitz no hubiera sido posible en su grado de perversidad en otro tiempo. Hay que recordar para que no se repita en estos y en los por venir.



El juez Rafecas terminó su discurso aludiendo a Venezuela. Un escalofrío recorrió mi espalda:

“Solicito permiso de los no creyentes para pedirle a Dios, a ese Dios severo y misericordioso que compartimos judíos y católicos, que ilumine al pueblo venezolano –y a sus dirigentes- para que nunca se repita la historia que esta noche conmemoramos”.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Comiendo "de aquello"

El General Gómez decía que “loco” era el que comía “de aquello”. Me he estado preguntando si el número de locos en Venezuela ha aumentado de tal manera, que ahora nos contamos por millones… al menos a la vista del gobierno. Porque ya es imposible que nos sigan metiendo cuentos como si viviéramos en Plutón.
Por ejemplo, cuando oímos al Presidente decir (repetido ad infinitum por todos sus seguidores y todos los medios de comunicación de los que disponen) que las expropiaciones son para “mejorar”, nos preguntamos: ¿estaremos locos? ¡Si prácticamente todo lo que han expropiado está en el suelo! Para muestra, ahí está el Hato Piñero vuelto leña. Y ni hablar del Hato El Frío.

Cuando vemos los cursísimos corazoncitos que dicen “hecho en socialismo”, uno se pregunta ¿estaremos locos?... “¿será que la palabra “hacer” ahora significa otra cosa? Hacer, al menos en la Venezuela de antes, significaba producir, fabricar, realizar, ejecutar, poner en acción un trabajo. ¿Y qué ha hecho esta gente? Aparte de destruir lo que toman, se han solazado en quitarle las propiedades a quienes las han trabajado.

Cuando escuchamos hablar de “propiedad social” a quienes alardean sin pudor de las riquezas súbitas y mal habidas. Cuando acusan de “manipulados” y hasta de “oligarcas” a los obreros que con toda razón defienden sus puestos de trabajo en empresas privadas (vista la experiencia de los que han pasado a ser obreros del Estado), uno termina preguntándose si será locura vivir en este mundo de Gatos de Cheshire y desconcertadas Alicias… en el país de las pesadillas. ¿Cómo no volverse locos si aquí “lo que es, es lo que no es, porque lo que no es, es lo que es”?

Cuando nos dicen que la actual Asamblea Nacional escogerá a los nuevos magistrados del Tribunal Supremo, y alegan las excusas más peregrinas que se pueden alegar… Cuando en vez de investigar una acusación tan seria como la que ha hecho gobierno español y dar una respuesta que satisfaga no sólo a los españoles, sino a los venezolanos, y en su lugar –sin evacuar pruebas-se acusa al gobierno español de endosarle al gobierno de Chávez su fracaso con los etarras, uno se siente como el propio loco.

Y si no lo somos, lo parecemos: millones de locos comiendo “de aquello”.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ni siquiera el Che

Dos pasajeros con sendas franelas del Che Guevara que venían en la primera clase del avión en el que yo regresaba de Bogotá, me hicieron reflexionar en el futuro de la revolución en Venezuela. Evoqué el artículo de Domingo Alberto Rangel en Quinto Día del 16/10/2010:



“Los resultados electorales confirman algo que le oí decir al Che Guevara en La Habana y he oído varias veces después en boca de revolucionarios de varios países: no hay país de América Latina que idolatre más la democracia representativa que Venezuela”


En un reportaje que transmitió Telesur sobre el secuestro de la M/N Anzoátegui en 1963, ya el doctor Rangel había tocado el tema. Lo llamé para que me relatara con más detalles lo que le había dicho Guevara.


“Dos veces me ratificó el Che lo inviable que él veía la revolución en Venezuela”, me dijo. “La primera vez fue en una reunión en Caracas en 1960, a la que asistimos Armando Alarcón Fernández, Simón Sáez Mérida, Josefina Pinto Salinas de Alarcón, Inés de Sáez Mérida y yo. El motivo, discutir con el Che las prioridades de la revolución en América Latina”


 “Ustedes están peleando con el fantasma de la democracia”, les dijo el Che. “La democracia es la Dulcinea del Toboso de los venezolanos. Este país ama la democracia representativa. No se puede llevar a cabo una reforma agraria sin campesinos. Y aquí los campesinos son adecos. Miren el resultado electoral de 1958. En esas condiciones, es imposible hacer una revolución aquí. Será una pelea de largo aliento, una campaña larga y persistente, con pocas posibilidades de triunfo”.


“Y no es casual que hoy, en 2010, AD esté en camino, nuevamente, de convertirse en el primer partido de oposición” me comentó. “Aquí no ha cambiado nada”


La segunda vez fue en 1962 en La Habana. Rangel y Sáez Mérida fueron enviados por
la Dirección Nacional del MIR para conocer la opinión definitiva de los cubanos sobre la insurrección en Venezuela. “Hablen con el Che, que es lo mismo que hablar conmigo”, les dijo Fidel Castro, quien no los pudo atender porque tenía la agenda llena, ya que acababa de salir de la crisis de los misiles. Guevara les repitió lo que les había dicho tres años antes: “Venezuela no tiene prioridad en la agenda revolucionaria. Es sólo una apariencia”


Y refiriéndose de nuevo al presente, me dijo Rangel: “Mientras más empresas expropien, peor. Aquí lo que hay son ladrones predicando patriotismo. Lo peor es la incompetencia”


Y la mayor fortaleza, lo que terminará imponiéndose, añado yo, es la democracia liberal en el pensar y el sentir de los venezolanos.


domingo, 24 de octubre de 2010

Antes y después de Reyna

Escribo este artículo como mamá de una niña especial. Sólo alguien que ha pasado por lo mismo sabe lo que se siente, lo que se padece, lo que se sufre. Pero sólo alguien que ha pasado por lo mismo sabe lo que se espera, lo que se aprende, lo que se ama.

Por eso puedo entender en su completa dimensión la extraordinaria labor de Reyna Benzecri de Benmergui. El jueves 14 de octubre asistí a una cena para celebrar los 51 años de su actividad en la Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales, AVEPANE. Reyna, una mujer de mundo, elegante, exitosa en sus negocios, jet setter internacional, cambió radicalmente su estilo de vida para encargarse de su hija Ingrid, que había nacido con discapacidad. Pero no se limitó a ocuparse de Ingrid. Reyna sintió la obligación de ocuparse de quienes  estaban en las mismas condiciones que su hija, pero desasistidos. De allí salió la obra más importante que hay en este país en educación especial, y su ejemplo ha motivado a otras personas a seguir su camino en términos más especializados.

Reyna llegó a la cena en su silla de ruedas. Saludó a todos con hablar pausado. Y nos conmovió que aquella mujer en apariencia frágil, tenga planes y proponga ideas todos los días, y sea un ejemplo para todos quienes tiene a su alrededor.

“La historia de la educación y especial en Venezuela tiene un antes y un después: Reyna Benzecri” dijo Alfredo Beracasa, presidente de AVEPANE, anfitrión y sobrino de la homenajeada. Me conmovió ver cómo la familia entera está abocada a tan importante obra. Su sobrino, Julio González Filesari, también miembro de la junta directiva, se refirió a que “AVEPANE es otro hijo de Reyna”

Reyna ha sido la aliada de miles de personas para entender lo que pasa, para aceptar lo que pasa, para superar lo que pasa. Ha enseñado a miles de padres a ver la vida de otra manera, a contar el tiempo de otra manera, a sentir de otra manera. A llorar sin preocuparse de que los vean llorar y a ser felices con los pequeños triunfos de sus pequeños.

Reyna es un pilar y ejemplo de fortaleza, voluntad y coraje y una amiga incondicional para aquellos a quienes la vida les ha impuesto una prueba tan dura. Me siento muy feliz de tener esta oportunidad de decirle, por su obra, por su mística, por su generosidad, ¡gracias, Reyna, mil veces gracias!

Rescate fantástico

Cientos de millones de personas, durante setenta días, tuvieron los ojos –y el corazón- puestos en Chile. La historia de la odisea de los treinta y tres mineros desaparecidos, atrapados en la mina de San José y exitosamente rescatados, tuvo en vilo a todo el mundo todo el tiempo que duró.

El rescate fue un tremendo éxito del gobierno del Presidente Piñera, pues se realizó con eficiencia, destreza y pulcritud. No se escatimaron esfuerzos y todo salió como estaba planeado.

Desde que comenzó la operación seguí paso a paso su desarrollo, como tantísimas personas. Y me emocioné no sólo porque estaban vivos y bien, sino porque más allá de esos hechos felices, el rescate me hizo recuperar la fe en la Humanidad. No es fácil tener fe en la Humanidad en estos días. Menos en una situación como la que vivimos en Venezuela.

Sí, sentí mi fe recuperada por el compañerismo que demostraron esos hombres. Por la entereza de carácter que tuvieron en todo momento. Porque entendieron que debían deponer cualquier atisbo de egoísmo si querían salir con bien del trance.

Sentí mi fe recuperada cuando vi al Presidente Piñera manifestar oportunamente angustia, esperanza y alegría. Sentí mi fe recuperada por su humildad, su liderazgo y su discreción. Me encantó ver que se comportaba como el jefe de todos los chilenos, y no sólo de un sector del país. Que no basó el rescate en las creencias políticas de nadie.

Sentí mi fe recuperada al ver la convicción inquebrantable de esos mineros, de sus familias y del pueblo chileno en que todo saldría bien.

Sentí mi fe recuperada al ver las manifestaciones de amor de los mineros y sus familiares. Qué hermoso es atestiguar que la gente se quiere. Y aunque sé que algunas promesas se hicieron por la coyuntura y la intensidad de la experiencia, estoy segura de que los lazos de cariño se afianzaron y se magnificaron.

Sentí me fe recuperada por la mística del equipo de trabajo. Por su tesón y entusiasmo. Porque fueron incansables hasta que rescataron al último de los mineros y enarbolaron su pancarta “¡Misión cumplida!”

Y sentí mi fe recuperada por algo tan hermoso como que todas las personas de buena voluntad alrededor del mundo se unieran en el único deseo de que hubiera un final feliz para personas que jamás en su vida habían visto. 

lunes, 11 de octubre de 2010

Rector Magnífico

Es mucho lo que se ha dicho y se ha escrito sobre el Padre Luis Ugalde, SJ. Sobre todo en los últimos meses, al cesar en sus funciones como Rector de la UCAB. Sin embargo, todo lo que se diga sobre él no será suficiente para describir la trascendencia de su obra en Venezuela. Los venezolanos le debemos eterna gratitud a este compatriota nacido en el País Vasco, quien a los diecisiete años se despidió de su familia para siempre y al adoptar nuestra patria como la suya, ha sembrado luces, esperanzas y valores.




El jueves pasado tuve el honor de ser invitada a un almuerzo en homenaje suyo organizado por el Espacio Anna Frank. La oradora de orden fue Paulina Gamus, quien una vez más demostró ser una de las intelectuales más brillantes de este país. Sus palabras fueron descriptivas e ilustradoras, ejemplarizantes y sentidas. Quiero compartir con ustedes parte de ellas.



Paulina evocó la foto que hace unos meses publicó El Nacional en la que aparece el Padre Ugalde tomado de ambos brazos por jóvenes universitarios. Esa imagen "es un honor que corresponde sólo a quien tiene un liderazgo genuino".



Paulina hizo suyas las palabras del Premio Nobel Eli Wiesel, sobreviviente de Auschwitz:



"Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, sino la indiferencia. Lo contrario de la fe no es la herejía, es la indiferencia. Lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia ante la vida y la muerte".



Y es que el Padre Ugalde es uno de los grandes protagonistas de la lucha cívica de estos tiempos borrascosos, porque nada le ha sido indiferente. Estoy segura de que los hijos de nuestros nietos y todos los que vengan después, conocerán por sus libros de historia de Venezuela que a finales del siglo XX y principios del XXI ese sacerdote jesuita luchó con toda su energía y su talento, su alma y su corazón, para que nuestro país se consolidase como una democracia verdadera, se eliminasen las injusticias, se instaurase la paz y hubiese prosperidad para todos.



Quiero terminar con las palabras de Paulina citando a Shimón el Justo en el Pirkei Avot, el Libro de los Padres: "El mundo se alza sobre tres pilares: el estudio, el servicio divino y los actos de bondad". Se alza, precisamente, sobre personas como el Padre Ugalde.

martes, 5 de octubre de 2010

Aguasanta Valderrama Ruiz

Aunque Cecilia y Aguasanta Valderrama Ruiz eran gemelas, no había dos personas más distintas en el mundo. Desde pequeñitas, a pesar de que eran dos gotas de agua, podía reconocérselas fácilmente por el carácter: mientras Cecilia siempre estaba seria, Aguasanta era un cascabel. De bebé, Cecilia era insoportable. Había cambiado el día por la noche y lloraba toda la madrugada sin cansarse. Aguasanta, en cambio, dormía la noche completa desde que tenía diecisiete días. Cecilia no aceptó a la nodriza. Aguasanta se pegó a la Negra Loló desde que nació.




En unas fotos de estudio que les hiciera un fotógrafo a cambio de una consulta médica que el padre de las gemelas, el doctor Valderrama, no le cobró, Cecilia salió enfurruñada viendo para el piso en el par que le tomó. De Aguasanta hizo unas veinte, cada una más hermosa que la otra.



Cecilia se llamaba así en honor a una tía abuela, que murió a los diecisiete años, tapiada mientras bordaba en el terremoto de Cumaná de 1853. En la casa conservaban la mesa que encontraron a su lado y el pañito sin terminar.



- La mesa es de Cecilia, ya lo saben – decía su madre.



Aguasanta debía su nombre a una parienta que ayudó a los patriotas cuando emigraron a Oriente.



- Menos mal que me llamo como una viva y no como una muerta – le decía Aguasanta a Cecilia.

- No seas necia, las dos están muertas desde hace tiempo, y la tuya no poseía ni siquiera una silla – le respondía Cecilia.



Cecilia jugaba con una muñeca que cuidaba más que a su vida. Era una de dos muñecas idénticas que les habían traído de París los acaudalados tíos Ruiz. El destino de las muñecas fue tan distinto como las mismas hermanas: la de Aguasanta no duró entera. Le cortó el pelo. Le quitó la ropa y se la puso a una gata. Un par de semanas después, lo que quedaba de muñeca después de que un perro callejero la mordisqueó, yacía cogiendo sol en el patio.



Cecilia era una alumna modelo. Era la niña ejemplar, favorita de las monjas y maestras. Agusanta era la oveja negra del colegio. No la echaron porque el doctor Valderrama era el médico de la congregación. Pero Cecilia resentía su conducta… y su popularidad.



Un día Cecilia corrió para llegar a su casa. Su madre, Doña Antonia Ruiz, la preocupó verla llegar tan atafagada, despeinada y con los zapatos sucios de barro. Era algo totalmente inusual en ella, que siempre regresaba impecable, igual que como había salido.



- Cecilia, hija, ¿qué te pasa?

- Mamá, no te imaginas lo que hizo Aguasanta – dijo con la respiración entrecortada.



Doña Antonia suspiró.



- Mamá – continuó Cecilia y las lágrimas corrieron por sus mejillas – A Aguasanta la botaron de clase porque estaba fastidiando, y en vez de irse para la capilla, donde la mandaron a rezar, se fue para el cuarto de los trastes. Allí encontró un traje largo azul claro, desteñido, y se lo puso. Luego se fue a la capilla, quitó a la Virgen del pedestal… ¡y se montó ella! Cuando entramos estaba montada en el pedestal viendo hacia el techo, con las manos juntas ¡como si ella rezara, mamá!

- ¡Dios mío santo y bendito! – dijo su madre – ahora ni tu papá la salva. ¿Qué voy a hacer con esa niña?...

- ¡Ay, mamá, qué avergonzada estoy! Yo no quiero volver al colegio. Todas me van a señalar…

- ¿Y dónde está tu hermana?

- Venía detrás de mí, pero yo corrí para contarte. La Madre Superiora la castigó y le pegó con la palmeta, pero a ella no le importó – lloró Cecilia.



Pero a Aguasanta no la botaron del colegio, y el doctor Valderrama soltó una sonora carcajada cuando se enteró de la travesura de su hija.



- Aguasanta es más bella que la virgen que tienen las monjas en la capilla – dijo.

- ¡No te rías, Agustín! – le imploró su mujer inútilmente. Cecilia resentía el abierto favoritismo de su padre por su hermana. También resentía el desorden económico que imperaba en su casa.

- No hay con qué comprar la comida – anunciaba su madre.

- ¿Qué vamos a comer? – preguntaba Cecilia con angustia cuando sucedía eso.

- Mango, chica, comeremos mangos. ¿No ves cómo están las matas cargadas? Comeremos mangos y Loló puede preparar chocolate con el cacao de la mata del patio – respondía Aguasanta.



El doctor Valderrama hacía una lista de los pacientes ricos que había atendido, y mandaba a la Negra Loló montada en la burra a cobrarles. A los pobres jamás les pasó factura. El cobro les permitía vivir holgadamente hasta que, nuevamente, se acababa el dinero. Por eso Cecilia cuando se casó, administró con rigor hasta el último centavo.



Ya de adolescentes, Aguasanta era el alma de las fiestas. Tenía un enorme éxito con los muchachos. No así Cecilia, quien la miraba de lejos. Hasta el día que saliendo de la Misa de Santa Inés conocieron a Eduardo Alcántara, quien acababa de llegar de Caracas donde se había graduado de Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas, y era hijo de los Alcántara Silva, amigos de sus padres. Eduardo quedó prendado de la belleza de las gemelas, pero como sucedía usualmente, la personalidad de Aguasanta lo cautivó. Pero Cecilia quedó cautivada por Eduardo y decidió que esta vez su hermana no se saldría con la suya.



Eduardo comenzó a visitar la casa de los Valderrama. Aguasanta se levantaba en el medio de la conversación y se iba para el jardín. Eduardo se quedaba conversando con Cecilia y la señora Valderrama, pero era evidente que su atención estaba puesta en la puerta por donde había salido Aguasanta.



- Hace mucho calor – decía Eduardo con frecuencia - ¿por qué no nos sentamos afuera?

- ¿Para dónde se habrá ido esa niña? – preguntaba doña Antonia.

- Si quiere la voy a buscar – se ofrecía Eduardo.

- No se moleste – le decía Cecilia – yo la busco – y salía lívida de la rabia, mordiéndose los labios.



Cuando encontraba a Aguasanta, ésta se reía.



- Está desesperado esperando que yo regrese, ¿verdad? ¡Me encanta que se ponga así! – le decía a Cecilia.

- Nada desesperado, pero eres una maleducada. Mamá dice que vengas a recibir la visita.



Cecilia se afligía cuando veía que todos los dulces que preparaba, los bordados, cualquier cosa que hiciera por atraer la atención de Eduardo, eran infructuosos. Él sólo tenía ojos para su hermana. Un domingo a la salida de misa Eduardo, en un aparte, le dijo:



- Cecilia, quiero hablar con usted.



A ella se le iluminó la cara y sonrió. Era poco usual que sonriera.



- Como usted se habrá dado cuenta, estoy enamorado de Aguasanta, pero creo que ella no me corresponde.

- ¡Ay, Eduardo! – le respondió Cecilia, tragando grueso – no sabe usted cuánto lo siento. Usted tiene todas las cualidades para que una joven se enamore de usted, pero Aguasanta es como es.

- ¿Usted podría preguntarle qué siente ella por mí?

- Sí, claro, pero no le doy esperanzas…

- Por favor, Cecilia. Yo sé que ella hace esas cosas para llamarme la atención. No crea que no lo he advertido…

- Hablaré con ella, se lo prometo.



Esa noche, Cecilia abordó a su hermana:



- Si no te gusta Eduardo, no veo por qué le tienes que dar falsas esperanzas.

- ¿Y quién te dijo que no me gustaba? ¡Claro que me gusta! Es sólo una táctica para enamorarlo más.

- No te lo creo. Si estuvieras enamorada de él, quisieras estar siempre a su lado.

- Si es por estar a su lado, quien está siempre a su lado cada vez que viene eres tú, y no te ha servido de nada, hermana… le gusto yo.



Cecilia sintió que le hervía la sangre.



- Claro que no, sólo trato de ser lo que tú no eres: amable – le respondió.



Pero esa noche no pudo dormir pensando en las palabras de Aguasanta “¡Claro que me gusta!”… No lo podía permitir. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera por evitarlo.



Cuando Eduardo las visitó el lunes en la noche, Aguasanta se disculpó. Cecilia aprovechó un momento en que Doña Antonia se levantó para decirle:



- Eduardo, hablé con Aguasanta.



Eduardo se levantó de su silla.



- Dígame, Cecilia, por favor, antes de que regrese su señora madre.

- Ella no está interesada en usted.

- ¿Cómo?...

- Verá, ella está enamorada de otro… por favor no diga nada…



Eduardo se despidió temprano. Cecilia quedó consternada. Aguasanta intuyó que algo andaba mal.



- ¿Qué te pasa, Cecilia? – le preguntó cuando se acostaron a dormir.

- Nada, nada.

- ¿Te gusta Eduardo, verdad?

- No, para nada…

- Pues lo disimulas muy mal…

- A mí me gusta, no te lo voy a negar… pero no me enamora. Me divierte tener al soltero más cotizado de Cumaná comiendo en la mano. Pero si a ti te gusta, es tuyo… te lo regalo – le dijo Aguasanta.



Cecilia la miró con desconfianza.



- Te dije que no me gusta – le repitió.

- Pero yo sé que te gusta. Nunca le habías puesto tanta atención a nadie. Tú nunca te habías puesto a prepara dulcitos con tanto denuedo. ¡Y los bordados! Hasta le ganas a mamá. Ya te lo dije, te regalo a Eduardo.

- No, gracias, Aguasanta, eres muy generosa, pero Eduardo no es hombre para mí.



El martes Eduardo se excusó de la visita vespertina. Y también el miércoles, el jueves, el viernes y el sábado. El domingo a la salida de la misa, se acercó a saludar. Cecilia lo saludó con frialdad. Aguasanta, en cambio, lo recibió con una espléndida sonrisa.



- Debo reclamarle que nos haya abandonado, Eduardo – le dijo

- ¿Quiere decir que usted, digo, ustedes, me han extrañado? – preguntó esperanzado.

- ¡Claro que lo hemos extrañado!



Eduardo reanudó las visitas, y Aguasanta siguió abandonando el salón cada vez que él venía. Cecilia sentía una rabia creciente por su hermana.



Pero todo cambió por esos días, cuando se mudó a Cumaná una pareja de corsos que se había casado por poder. Él era un hombre apuestísimo, simpático, de estupenda disposición. Ella era mayor que él, no muy agraciada y como la casaron obligada, estaba amargadísima por haber dejado a su verdadero amor en la isla.



Aguasanta los conoció durante la inauguración del tranvía de otro corso de apellido Pieri, a la que había asistido acompañando a su padre. El joven se llamaba Henri. Cruzaron las miradas, y el flechazo fue inmediato. Cuando estrecharon las manos y él se inclinó para besársela, ella sintió una corriente que le recorrió todo su cuerpo. Sus ojos se dijeron todo. Fue amor a primera vista.



En el momento del corte de la cinta, en medio de la confusión y los empujones, Henri se las arregló para apretarle la mano.



- ¿Cuándo nos vemos otra vez, mañana? – le susurró.

- ¡No, mañana no! – le respondió ella.



Henri puso cara de desolación.



- Esta tarde – le dijo ella – No puedo esperar hasta mañana.

- ¿Dónde? – preguntó él con los ojos brillantes.

- Detrás de la plantación de cacao de los Bermúdez hay un arroyo…

- Allí estaré.

domingo, 3 de octubre de 2010

A Candanga se le acabó la pachanga

Hace tiempo que no me pegaba una cadena presidencial completa. Es más, la cadena terminó y puse el canal 8 para seguirlo viendo. Desencajado, cantinflesco. Explicando lo inexplicable. Furibundo.
Y es que aunque bravuconee con que va a profundizar la revolución, aunque amenace -y cumpla algunas de esas amenazas, en particular contra más de cinco millones de “oligarcas” que votaron en su contra- el cerco que él mismo ha construido a su alrededor cada vez es más pequeño. No se puede ir contra la ley de la gravedad: todo lo que sube, baja. Y nada es eterno. Hasta las más sofisticadas trampas, más tarde o más temprano, salen.

La MUD –que irrespetuosamente el Presidente llama la “Mesa de la Ultra Derecha”- sacó sola, solita, más votos que el PSUV. Y los del PSUV tienen 33 diputados más. La pregunta de la periodista Andreína Flores se caía de madura. Y el Presidente no la respondió. No podía responderla, porque responderla hubiera sido dejar en evidencia ante el mundo que su tan cacareada y profunda democracia no es tal, pues aquí la minoría escogió a la mayoría. Entonces optó por cayapear a la joven. Hasta puso a un periodista a “ayudarlo” (¿buscaba acaso que la cámara no lo enfocara para que le pasaran una chuleta?)… Pero Andreína es un palo de mujer y no se dejó. “Eso no pasa sólo aquí”, terminó diciendo un enredadísimo Chávez. Es verdad. Pasa en su muy detestado “imperio” y en el Chile de ¡Pinochet! Cuando hay necesidad, hay que echar mano hasta de la extrema derecha.

Leí una explicación sobre la anticonstitucional redistribución de circuitos en http://esdata.info/Salamandra-1 No se la pierdan. Impecablemente descrita, clara, inequívoca. Si usted no ha entendido por qué la MUD dice que ganó, no deje de verlo.

Chávez tiene dos caminos: uno, rectificar. Pero como bien apunta Andrea Tavárez “él no rectifica, sino que retrocede”. “Repliegue”, lo llama él. Dos, seguir ahondando en su anacrónica e inviable revolución. Si esto pasa, las elecciones de 2012 no las gana ni con magia.

Si algo quedó demostrado es que los venezolanos somos demócratas, queremos vivir en paz, estamos hartos de la confrontación y de la violencia y no queremos reparto de pobreza sino creación de riqueza.

El resultado de todo este tejemaneje -y de las elecciones- es que a candanga se le acabó la pachanga.